Francisco Cáceres Barrios
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No puede llamarse de otra manera al relajo, desorden o anarquía consecuente por haberse olvidado el correcto tránsito de vehículos automotores, lo que se fue agudizando desde el inicio del nuevo siglo, en la otrora “Tacita de plata” guatemalteca. En mala hora el gobierno central cedió a la Municipalidad capitalina su control, organización, desarrollo y hasta la prevención de sus accidentes, provocando con ello un caos generalizado con tal de quitarse la brasa que veía venir, creyendo que al aplicar una buena forma de administración delegando funciones, podría dar como resultado la aplicación de buenas prácticas, ciencias y técnicas que la época moderna demanda en todos los sentidos.

Contrario a los buenos pronósticos de aquella época, pasamos al empirismo, a los antojadizos cambios de vías y a la ausencia total de planificación, queriendo resolver con parches y remiendos algo que ameritaba implementar todo un conjunto de estrategias, con planes y proyectos que nos llevaran de verdad a una “ciudad del futuro”. El presente actual no es más que una constante accidentalidad, algunas veces con choques o colisiones y la mayoría del tiempo con atascamientos generalizados que cada vez logran hacer explotar nuestra paciencia con mayor rapidez, asiduidad y pérdidas de tiempo, el que mejor debiera estar siendo utilizado en cosas productivas.

¿Cuánto le está costando al país el caos generalizado del tránsito? Es una pregunta difícil de responder, porque está llegando a tal nivel la desesperación que muchos, los que podríamos hacerlo, estamos pensando seriamente en quedarnos en nuestras casas trabajando con las facilidades que la informática nos proporciona, en vez de utilizar el vehículo automotor por espacios cada vez más largos con los riesgos y pérdidas consecuentes que de ello se deriva. Por lo anterior, aquí viene la pregunta del millón ¿Qué debiéramos hacer? ¿Organizar un movimiento cívico-político para que el actual alcalde deje de seguir mal administrando la ciudad; esperarnos otros tres años más para que democráticamente podamos elegir a otro funcionario que con toda seriedad, honradez e idoneidad pueda ponerse a trabajar para que al menos en un mediano plazo podamos ir viendo mejoras sustanciales?

Lo peor del caso es que el problema del caos generalizado del que estamos hablando no se puede eliminar en un dos por tres. Si bien es cierto que cualquier planificación pueda irse estratificando para lograr resultados a corto, mediano y largo plazo, también lo es que ya no podemos circular en nuestra ciudad ni un solo kilómetro sin que corramos tremendos riesgos de sufrir accidentes, lesiones y hasta la pérdida de la vida. Llegó el momento entonces en que la población debe tomar medidas, porque de quejas ya tenemos suficientes.

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