Marco Tulio Trejo Paiz

Ya nos encontramos en la antesala, podemos decir, de las tradicionales fiestas de fin de año.

Vemos por todos lados de la capital movilizarse por aquí y por allá a la gente preparando las celebraciones navideñas y del año venidero en hogares y establecimientos que contribuyen a la alegría.

Pobre y ricos esperan con ansiedad y las celebraciones que nos mueven a la meditación rememorando los seres queridos presentes y ausentes por estar en lejanos lares o por haber desaparecido ya de este mundo.

Hay momentos de abrigar con optimismo y esperanzas de que tendremos mejores días en el futuro con las bondades de Dios Todopoderoso, único y eterno, creador del universo y de todo lo que existe en el universo. Los materialistas, ateos, hijos de Satanás, dicen que todo lo bueno que hay en las inmensidades del cielo y de nuestro planeta-tierra, es obra de la Naturaleza, pero pensamos que la Madre Natura es inanimada, por así decirlo, y que fue creada por Dios.

Deseo, con profundo sentimiento y sinceridad, que el sacro acontecimiento del 25 de diciembre colme de bendiciones al pueblo de este país centroamericano que es, en su mayoría, fervientemente católico.

Las solemnes procesiones son multitudinarias, y qué artísticas y bellas son las significativas “mantas” multicolores que hacen los fieles para que pasen los hombres, las mujeres y los niños en procesiones comparables con las de Sevilla, España y otros países de la santa Iglesia fundada por Jesucristo que heredó a San Pedro y luego al Papa que representa en la Tierra a Dios.

Ya los festejos del Año Nuevo difieren de los de la Navidad; son terrenales o mundanos.

Muchas personas de los diferentes credos se van a recrear a los balnearios porteños y de varios lugares de mucha afluencia de bañistas, sin faltar los que son dados a las copas embriagantes, moderada e inmoderadamente.

Elevamos la voz hasta la mansión celestial deseando que todos nuestros compatriotas pasen muy felices la Navidad y el Año Nuevo; incluso el jacarandoso Juan Pueblo…

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