Con una profundidad filosófica infinita, el vocero presidencial Heinz Hiemann dijo que reformas fiscales se tienen que discutir “cuando estén listas las condiciones, porque nunca van a estar listas para este tipo de temas…”, según declaraciones otorgadas a Prensa Libre.

La verdad es que, a pesar de la explicación cantinflesca que nos regaló el ya famoso funcionario, el primero que tiene que estar listo para hacer una propuesta con cualquier tipo de reforma es quien la impulsa y, evidentemente, el mismo Ejecutivo no ha estado a la altura en este tema ni en ningún otro como para ejercer el liderazgo que se requiere.

Para nadie es un secreto que el Estado necesita más recursos para poder hacerle frente a los grandes problemas del país que, como Salud, Educación y Seguridad, nos mantienen de rodillas mientras las políticas sociales son inexistentes y nos impiden generar oportunidades de inversión o empleo para los ciudadanos.
Guatemala tiene amplias carencias y es evidente que la estructura fiscal no es la adecuada. Hay quienes dicen que son del pequeño grupo que tributa más, porque son aquellas empresas que se dedican a áreas de consumo y, por ello, recolectan para el Estado el IVA en sus ventas. También tenemos que decir que varias no entregan ese IVA cabal a la SAT.

Lo que nos queda claro es que el contribuyente en ese caso es el consumidor y no la empresa emisora de la factura. Lo que nos urge es una estructura bien definida, clara y consciente de qué se gravará. Por supuesto que tenemos que formalizar la economía, pero también deberíamos definir qué es más informal, no entregar factura por una venta de 6 quetzales o evadir cientos de millones.

A Guatemala le urge encontrar el “momento ideal” en que podamos alcanzar el pacto social que nos ayude a diseñar el país que queremos, el costo que tendrá y el tiempo que nos llevará construirlo. Con esos datos, podremos establecer la carga tributaria y la urgencia de las metas que tendremos que ir cumpliendo.

El gran problema y lo que colabora profundamente a que el momento “no sea ideal”, es la falta de liderazgo, transparencia, honestidad y confianza del Ejecutivo. Muy pocos si es que alguno, querrá entregar con alegría sus recursos a quien prefiere negociar a puerta cerrada a favor de su hermano e hijo, de TCQ, de la Junta Directiva del Congreso o que es responsable de las finanzas oscuras de su partido en la época de campaña. Si se hubiera cumplido la premisa de “Ni corrupto, ni ladrón”, otro sería el cantar. Pero lastimosamente el momento lo complica el oscuro liderazgo de nación.

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