Eduardo Blandón

Se acerca la Navidad, y con la festividad cristiana del nacimiento de Jesús, los carnavales paganos que incitan a actividades de distinta inspiración.  Es un hecho que la Navidad ya no es lo que quizá era.  Las sociedades, cada vez más plurales, convocan todo tipo de conducta.  De manera que lo que era una fiesta para recordar la natividad del Niño Dios, ahora tiene múltiples significados.

Por ello, es una época fundamentalmente nostálgica.  Y aunque en las iglesias se insista que la celebración sea festiva, la verdad es que los árboles y nacimientos colaboran poco.  Y vea si no, cuando todo se vuelve mínimo: las luces, los árboles, los nacimientos… hasta los cánticos y posadas han desaparecido y cada vez menos cuenta en el imaginario de las jóvenes generaciones.

La Navidad es sombría, gélida, melancólica.  Un retiro espiritual obligado sin provecho.  El espacio privilegiado del silencio, el ocio, la haraganería y la pereza.  El letargo social que muchos cargan aburridos, esperando las fiestas de año nuevo.  El recurrente vía crucis para llegar al gozo del fin de mes.

Sin embargo, para ser justos, diciembre da para todos.  A los cristianos les da recogimiento, a los paganos, fiestas… y a los que pululan en medio del despelote, posadas y convivios.  De todo ello se abstienen los que por desgracia no tienen trabajo y, por supuesto, la masa excluida de pobres, angustiada por sobrevivir.

En conclusión, el doceavo mes es un período pletórico de paradojas.  Suficientemente cargado como para desear salir de él.  Llenos de ilusión, muchos contamos las horas para superar el torbellino complejo de los días, para situarnos en el mes plano de enero.  Un período quizá no muy gozoso, pero sí más regular.  Mientras llegan esos días, le deseo a usted muchas bendiciones.

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