Estuardo Gamalero

“Si vamos a cometer errores, por lo menos que sean nuevos” -Anónimo-

La semana pasada recibí una llamada de dos analistas políticos que conducen un programa de radio, personas a las que aprecio y considero mis amigos. El propósito era brindar (dentro del límite del tiempo de la entrevista) una reseña de cuestiones importantes que como país nos trajo el 2016 y que podemos anticipar para el 2017.

Reconozco que los acontecimientos, muchas veces se analizan sobre la óptica de los intereses y por lo tanto generan percepciones distintas. Lo que para algunos es una victoria, para otros constituye una derrota.

En alguna columna pasada escribí que los mejores resultados se consiguen con paciencia, constancia y esfuerzo. Los resultados que se obtienen recorriendo caminos con atajos o trampas, tarde o temprano envenenan a quienes los toman.

Las sociedades no deben analizarse y mucho menos tratarse como “experimentos de laboratorio” y sobre la base de: prueba y error. En política y sociedad, ya deberíamos haber aprendido que, una solución equivocada, es probablemente peor que el mismo problema.

Ejemplos de lo anterior, resultan algunas resoluciones o convenios de organismos internacionales, que se imponen sobre un vacío internacional conformado por naciones sumisas incapaces de contradecir mentiras o verdades contadas a medias. También constituyen un problema las agendas personales y de corto plazo, como aquellas leyes que arbitrariamente son impuestas por conveniencia de mandilones o populistas que manipulan a las masas.

Apropiada resulta la frase de Winston Churchill: «El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones».

Sin lugar a dudas estamos terminando un año muy particular.

Vale la pena destacar cuestiones positivas como los esfuerzos en el orden de las finanzas del Estado, el fortalecimiento de la administración tributaria; la cultura creciente de combate a la corrupción, la desarticulación de varias mafias. La presencia de un sector productivo en las diversas instancias de diálogo nacional. Una generación de gente joven menos tolerante a la mediocridad, al aprovechamiento y a las mentiras.

En 2016 fuimos testigos de una cargada agenda legislativa, que introdujo cuestiones interesantes y anticipa nueva normativa para el año 2017. Algunas leyes nuevas tienen un sustento válido. Otras solo el tiempo nos demostrará si fueron disfraces, nuevas armas de poder público, de mayor burocracia, trámites e incremento de la informalidad. El reto 2017 es que las leyes se aprueben por convicción y no por presión o con intromisión.

Presenciamos eventos políticos a nivel internacional que rompieron esquemas tradicionales y disfuncionales que directamente dictan tendencias mundiales, e indirectamente inciden sobre países pequeños como el nuestro. Me refiero a la frustración económica que se puso de manifiesto a través de los resultados del BREXIT; el enojo social que demuestran los resultados de las elecciones que ganó Donald TRUMP; la muestra de antipatía de una sociedad latinoamericana cada vez más analítica y mejor informada, que votó por el NO en Colombia.

Lamentablemente, Guatemala nuevamente fue víctima de presiones sociales y políticas en diversas direcciones, algunas de ellas con tendencia a polarizar el clima social. Fue un año saturado por manifestaciones, bloqueos en las carreteras; invasiones a la propiedad privada; robo descarado y comercialización de la energía eléctrica en áreas del interior del país. Vimos flagrantes delincuentes destruyendo la vía pública y agrediendo a las autoridades.

El tema de la Reforma a la Constitución en el Sector Justicia, estoy seguro que deja grandes lecciones. La primera de ellas es que los guatemaltecos estamos convencidos de fortalecer el sistema judicial, pero no a costa de debilitar principios y garantías fundamentales, como por ejemplo: Igualdad ante la ley y separación e independencia de Poderes.

Guatemala estuvo sumida en el estancamiento del trabajo decente y nuevas inversiones, tanto nacionales como extranjeras. En el sector público se arraigó un sentimiento de miedo en el cumplimiento de las funciones. Muchos funcionarios se sienten víctimas potenciales de sus opositores y ello contribuye a una baja ejecución del presupuesto nacional.

Carreteras destrozadas y sin mantenimiento. La operación de los principales puertos amenazada por las mafias que los controlan, lo cual interrumpe el comercio nacional y merma la competitividad del país.

El incremento del contrabando y la abierta comercialización del mismo pone de manifiesto la falta de presencia de la fuerza pública en todo el país. La saturación de trámites y exceso de legislación mantienen en jaque el emprendimiento de negocios y la empresarialidad.

En el 2016, el sistema carcelario y las ejecuciones extrajudiciales nuevamente hicieron noticia.

Por más de 20 años, el Estado ha sido incapaz de regular y reglamentar el procedimiento de consulta a los pueblos indígenas. En varias de esas áreas y comunidades, se incrementó la polarización social y lamentablemente crecieron los índices de migración, desempleo, pobreza y desarrollo humano.

Empezamos el 2016 con algunas resoluciones de las más altas cortes de justicia ordinaria y constitucional que, heredadas de las magistraturas anteriores, pusieron en jaque derechos adquiridos previamente y el marco de la propiedad privada en temas de licencias y permisos gubernativos.

En el ámbito electoral, la antesala del proceso democrático, el TSE, emitió los nuevos reglamentos que devienen de la pasada Reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos. La implementación de los mismos, ciertamente constituye un reto para el año 2017 y como filtro de las próximas elecciones.

Los guatemaltecos tenemos grandes retos para el 2017. No cometamos los mismos errores.

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