Hoy, en la ciudad de Viena, Austria, fue galardonada la fiscal general del Ministerio Público, Thelma Aldana, con el Premio Anticorrupción otorgado por la Organización de Naciones Unidas y por el jeque de Qatar.
Este premio debe ser de gran importancia para el país porque está siendo entregado el mayor reconocimiento a nivel mundial en materia de combate a la corrupción y dentro de varias categorías, la funcionaria fue reconocida con la más importante de todas y por ello dirigió las palabras de aceptación en dicho evento.
En Guatemala estamos acostumbrados a justificar la corrupción. Desde el mismo Presidente que quiere encubrir el papel de su hermano en Casa Presidencial y forzar al Congreso a una concesión a dedo, hasta la conformación de un pacto de impunidad a ojos de medio mundo, todo lo aguantamos y toleramos, generando así un ambiente en que ejercer la lucha contra las mañas y las malas prácticas, se vuelve casi un esfuerzo titánico.
Es en ese turbio ambiente y en una sociedad con mucha tolerancia hacia lo incorrecto que a la CICIG con Iván Velásquez y el MP con Aldana les ha tocado enseñar que hay nuevas formas de hacer las cosas.
Si Guatemala y sus ciudadanos entendemos que no hay medias tintas en el tema del combate a la corrupción, vamos a empezar a cambiar, pero para ello tenemos que ser intolerantes con las prácticas con las que se ha mantenido el control absoluto de los beneficios y los recursos del Estado a favor de quienes tienen el poder real, quienes actúan ignorando las leyes para simplemente obtener el fin de acaparar riqueza.
Los ciudadanos debemos cambiar también. Tenemos que empezar a vivir la honestidad y la transparencia en nuestro día a día. Ser una persona anticorrupción implica que no toma atajos, no se salta la fila, pagar los impuestos que le corresponde, respetando en general las leyes del país aún en cosas sencillas como el tránsito, sin utilizar el sistema podrido a su favor sino que luchando por destruirlo y mejorarlo, entre otras cosas.
El premio que hoy Ban Ki-moon le ha entregado a la Fiscal General, debe ser un reconocimiento al esfuerzo de tanta gente que desde sus oficinas públicas ha hecho el trabajo con la vocación de servir con transparencia, integridad y compromiso.
El mensaje que esto envía para las mujeres y hombres correctos que sirven a la ciudadanía, debe ser contundente y motivador. De igual manera, intimidante para quienes están en prácticas oscuras. Sin duda, es un galardón importante y merecido.