Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Cuando muchos guatemaltecos salieron a la plaza para protestar contra la corrupción del gobierno anterior, se pensó que era una especie de amanecer en la jornada para modificar un sistema diseñado para alentar la corrupción a punta de impunidad y hubo todo un coro de expresiones de algarabía por la fuerza del poder ciudadano que se manifestó pacíficamente demandando castigo a los que exprimieron los recursos públicos para aumentar sus ilícitas fortunas. Casi en éxtasis, se habló del fin de la corrupción y de un modelo político viciado y, con los gobernantes presos junto a varios de sus allegados, la protesta se fue dispersando ante la proximidad de un proceso electoral en el que se dijo que el voto sería el arma para mandar de una vez por todas a los pícaros a su casa y alejarlos del poder político.

Pero no se entendió que una elección realizada con las mismas reglas de juego y los mismos actores de siempre, tenía que dar el resultado de siempre y eso fue literalmente lo que pasó. La elección de Morales como Presidente fue por el rechazo a la candidata que era el rostro del sistema perverso que la gente estaba descartando, pero fue una elección emotiva y no racional, puesto que nadie se interesó en conocer las verdaderas credenciales del candidato ni de sus colaboradores y al final nos venimos a dar cuenta que eran más cabrones que bonitos, durmiéndose literalmente a millones con una frase que terminó siendo vacía.

Hoy el poder político tradicional está recompuesto y el operador principal para lograr ese reacomodo fue el mismo Presidente de la República que traicionó descaradamente el mandato recibido en las urnas y terminó haciendo una amalgama que ha fortalecido al sistema. Esta mañana Edgar Gutiérrez hace un análisis en el que plantea que los poderes ocultos están en su salsa, operando con todo vigor y tranquilidad para desmantelar de una vez por todas la lucha contra la corrupción y que cuentan con el espacio que les brinda la indiferencia de una ciudadanía que se dio por satisfecha con ver a la Baldetti en la cárcel. Hay que entender que ella se ganó a pulso el desprecio y la ira de la gente por su forma cínica de actuar y de burlarse de la población, pero también hay que decir que ayudó su falta de linaje, puesto que si hubiera sido alguien con la alcurnia suficiente para haber sido parte del entorno del viejo PAN, aún y con sus excesos se le hubiera admirado por astuta para alzarse con los bienes del pueblo.

Hay dos cosas puntuales. El sistema tiene recursos económicos suficientes para montar campañas contra quienes se significan como amenaza contra ellos, y no está integrado solo por políticos marrulleros y mafiosos, sino también por “honorables” hombres de empresa que han hecho abundantes negocios con los políticos a lo largo de muchos años. Sin contar, desde luego, con otros empresarios que ni siquiera se preocupan por aparentar honorabilidad, porque saben que eso se compra con pisto.

En esas condiciones, la guerra que pinta Edgar Gutiérrez se ve compleja y difícil por la capacidad de maniobra de unos y la candidez y falta de compromiso de los otros.

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