Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Uno de los grandes monumentos a la corrupción en nuestro país es la famosa Terminal Aérea La Aurora, mamotreto en total abandono donde los viajeros tienen que soportar deficiencias verdaderamente molestas y que hablan mal, de entrada, sobre las condiciones de la infraestructura en nuestro país. Cuando los viajeros llegan a Guatemala por la vía aérea se topan con un aeropuerto en total abandono, donde los servicios en todo el sentido de la palabra son deficientes.
Pero por si no hubiera sido suficiente la herencia que dejaron para siempre los que se hartaron con el dinero de la construcción de la Terminal Aérea en tiempos de Berger, ahora resulta que el gobierno actual colocó al frente de la Dirección General de Aeronáutica Civil a algún ignorante que se está esmerando en hacer todavía más difíciles las cosas y su experimento, de trasladar las casetas de Migración al área posterior al registro de los pasajeros, ha provocado enormes congestionamientos que obligan a los pasajeros a llegar con varias horas de anticipación y que han sido causa del retraso de varios vuelos por el cuello de botella que se forma para chequear la salida ante las autoridades migratorias.
Obviamente el modelo anterior no era ninguna maravilla porque en ciertos horarios, cuando hay bastantes vuelos que salen con escasa diferencia de tiempo, se formaban largas colas, pero todos los que trabajan en el aeropuerto coinciden en que nunca había sido tan complicado y difícil el trámite como ahora, tras la disposición absurda que apretuja a los viajeros en espacios insuficientes una vez que fueron sometidos al poco eficiente chequeo en el que se obliga a todos a remover sus zapatos y otras prendas de vestir, además de la requisa del equipaje de mano.
En general vivimos en un país donde las disposiciones administrativas no son resultado de estudios que produzcan eficiencia y mejor atención al usuario, sino que se trata de caprichitos de funcionarios sin ninguna preparación que, a punta de corazonadas, van imponiendo su absurdo criterio. Y es que desde la primera autoridad de la República hasta el último de los empleados, se hace gala y ostentación de una peligrosa mezcla que es la ignorancia agravada por la arrogancia. No hay peor cosa que un idiota con ínfulas que se considera genio y de esos estamos llenos en la administración pública a todos los niveles, siguiendo el ejemplo de las más altas posiciones.
Lo mismo que vemos en el aeropuerto es lo que se puede ver con todas las disposiciones que se toman en materia vial, por ejemplo. Ahora están por cerrar, por puro capricho y sin que existan estudios serios que fundamenten la medida, una importante arteria de la zona 14 porque, igual que el Director de Aeronáutica, tenemos funcionarios municipales que no tienen la más pinche idea de lo que es la atención a las necesidades de vialidad porque no entienden ni jota de lo que es urbanismo.
Otros países atacan problemas para resolverlos, pero aquí todo lo que se hace es embrollarlos más por falta de luces y talento de quienes toman las decisiones.