Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es

“La cultura es aquello que permanece en un hombre cuando lo ha olvidado todo”
Émile Henriot

En esta, como en cualquier época del año, los accidentes de tránsito causan tragedias a la mayoría de los hogares del país y de la aldea global; no somos los únicos, pero, sí estamos muy mal. De acuerdo a informaciones del  Departamento de Tránsito de la Policía Nacional Civil, y al Observatorio de Tránsito, la muerte por accidente de tránsito ocupa el segundo lugar mayor de muertes, en Guatemala, siendo superado solamente por los asesinatos, el problema mayor estriba en las causas, el 80% corresponde al factor humano, y el 20% restante a desperfectos mecánicos, o al estado de calles y carreteras.

El meollo del problema es especialmente que el factor humano tenga un porcentaje muy alto, tomando en cuenta que como factor humano debemos entender, el alcoholismo, utilización de estupefacientes, y otro tipo de adicciones que afectan el comportamiento humano, reconocidos como los mayores causantes de cualquier accidente de tránsito, ya sea en vehículo, moto, transporte pesado y otros.

Pero, no solamente las adicciones a sustancias liquidas y sólidas, que al introducirse al cuerpo, causan estados que conminan a una persona a cambiar la ruta prevista, y que, pueden causar daños irreparables muchas veces, a todo lo anterior, se suman elementos distractores que provocan que en un abrir y cerrar de ojos, cambie la vida del conductor y a víctimas, cuya mayor responsabilidad es encontrarse en el momento y lugar equivocado, esos elementos distractores se llaman celulares, sí señores, esos aparatitos que nos acercan a seres lejanos, nos sacan de un problema de trabajo, de familia o de hogar, al convertirse en una adicción más, provocan que el automovilista en un segundo cambie su vida y la de otros, con resultados altamente fatales, como lo demuestran las frías estadísticas, pero que trastornan la vida de las personas, y su propio entorno.

Lo más dramático del tema, resalta en que se puede evitar, pero todos los seres humanos, creemos que estamos más allá del bien y el mal, y que todo lo malo le pasa a cualquiera, excluyéndonos, vemos la tragedia desde nuestro espacio privilegiado en la vida, sin meditar que podemos en cualquier momento ser protagonistas de la desventura, y nuestro espacio de confort desaparecerá para dar lugar al dolor, culpa o el sinsentido.

Es necesario, por lo tanto, reflexionar sobre lo que somos, lo que debemos ser, lo que ansiamos ser, y lo proyectamos ser, en estos cuatro estratos hay diferencias inimaginables.

¿Qué somos? Además de partículas de vida, probablemente conscientes de nuestras limitaciones, si concebimos como reales esas limitaciones, podemos superarlas, si no lo somos podemos ser sus esclavos.

¿Qué debemos ser? Todo lo que no perjudique a nuestro entorno, y esta definición no es religiosa, es una definición de vida, podemos vivir en un árbol, un castillo, una cueva, o una champa, con el vestuario que queramos, pero respetando a todo ser vivo que se encuentre a nuestro derredor, y más que nada a la naturaleza.

¿Qué ansiamos ser? Todo lo que no somos, pero con voluntad y siempre que sea un buen fin, lo llegaremos a ser más tarde que temprano, probablemente pensemos que tarde no nos sirve, pero tarde se concibe solamente un segundo antes de la muerte.

¿Qué proyectamos ser? Todo lo que nuestra mente acepta que somos, en ese espacio de nuestra existencia la mente domina nuestra existencia.

Por todo lo anteriormente expuesto, en esta época y en todas las que se nos permita vivir, seamos responsables de nuestros actos, y ser responsable significa no llevar como carga penas morales o legales, por lo que disfrutemos de la vida con moderación y si nos alegramos mucho, que alguien maneje por nosotros, o tomemos un taxi, pero no expongamos a seres inocentes por una borrachera, una imprudencia, o una temeridad.

No acrecentemos el número de accidentes de tránsito.

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