Isabel Pinillos – Puente Norte
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Los Diccionarios Oxford y Dictionary.com anunciaron cada uno por su lado, una palabra considerada como la más prominente del año entre sus millones de usuarios angloparlantes.

Los tiempos post Trump, post Brexit, post 2016 serán recordados como una “Posverdad”, según Oxford, quien declaró “Post-truth” como su palabra del Año. Esta palabra refleja una época de miopía política, de acalorado y polarizado discurso cuyo significado “denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”. En mi entender ocurre “cuando obviamos las señales objetivas y nos aferramos a lo conocido, a lo emotivo y hasta nuestra propia voz interior”, pero que inevitablemente la verdad –o posverdad– se manifiesta de manera despiadada tras el silencio de la explosión y poco a poco comienza a calar en el subconsciente de los incrédulos.

Aunado a este curioso galardón, el lunes, el sitio Dictionary.com reveló por su parte que “xenofobia” fue la palabra más consultada entre sus usuarios. Esta se define como “miedo u odio a los extranjeros, personas de diferentes culturas, o extraños”. Los motores de búsqueda del sitio se dispararon después del Brexit, y luego de un discurso de Obama durante la campaña presidencial en EE. UU.

El hecho de que el término “xenofobia” tenga tanta usanza hoy en día a pesar de haber provocado terribles estragos en la historia de la humanidad es sumamente perturbador. La xenofobia siempre ha estado presente, a pesar de los importantes avances para suprimir diferencias entre los seres humanos. O no. Porque indudablemente, tras la crisis de refugiados por la guerra étnica en Siria, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea y el sentimiento anti-migrante de Trump, la xenofobia, o “miedo al extranjero” ha sido un factor decisivo que ha moldeado las posverdades de 2016.

Dentro del contexto globalizado, me parece válido reflexionar sobre el significado de las posverdades y la xenofobia aplicado a Guatemala, cuya sociedad no es ajena a los vocablos del año. Después de la algarabía de la plaza un año atrás, el despertar ciudadano ya se durmió y los cambios profundos aún están por verse. Esta es nuestra posverdad. En cuanto a la xenofobia, ésta ocurre a la inversa, en donde los nativos han sido relegados a ciudadanos de segunda clase desde tiempos inmemorables, con las mayores carencias en salud, educación, y en el desarrollo de sus derechos ancestrales.

Me intriga la doble moral de una gran cantidad de guatemaltecos de cierto nivel educativo quienes se pronuncian contra el racismo en otras latitudes, pero en su diario vivir, tienen actitudes de recelo en contra de los indígenas con quienes deben compartir a diario. Esta se evidenció en la oposición de los diputados de regular las reformas constitucionales sobre el pluralismo jurídico. Porque más allá de tecnicismos legales que puedan ser sujetos a discusión, el fondo del asunto es que este reconocimiento asusta a más de la mitad de los legisladores algunos de los cuales la mal llaman “justicia paralela” porque de aprobarse “vaya usted a saber a dónde iremos a parar».

Nuevamente, el miedo petrificante nos mantiene en el “status quo”, el cual no ha cambiado mucho después de más de quinientos años de cohabitar en el mismo lugar. ¿No será que el miedo a lo desconocido no nos permite encontrar un punto de equilibrio entre los herederos de esta tierra? Daremos un paso de gigante como país cuando celebremos las diferencias y a las minorías se les reconozca la justicia conforme a sus valores.

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