En Guatemala hay por lo menos dos períodos en los que el ciudadano se desentiende más aún, si ello es posible, de los asuntos de interés público y esos son el de la Semana Santa, utilizado por Pérez Molina para anunciar el negocio de la Terminal de Contenedores Quetzal en un acto casi de nocturnidad y ventaja, y luego el más largo que corresponde a las fiestas de Navidad y Año Nuevo, con la característica de que por los convivios y la propaganda que arranca tempraneramente, esas fiestas prácticamente se inician a finales de noviembre, cuando ya los guatemaltecos celebran el Día de Acción de Gracias, sin conocer siquiera por qué es que los norteamericanos conmemoran esa fiesta familiar.
Es tal la copia que aquí hay cenas de acción de gracias como la que hicieron los peregrinos en su día y no digamos el célebre Viernes Negro que le sigue y que marca el inicio del período de ventas de la época navideña en Estados Unidos y, desde hace algún tiempo, también en nuestra Guatemala.
Todo lo anterior viene a cuento porque somos un pueblo poco preocupado por los asuntos públicos y no digamos por los asuntos de Estado y nos tienen tomada la medida desde hace mucho tiempo. La idea de anunciar el trinquete de TCQ en el Miércoles Santo no se la sacó de la manga el gobierno de los patriotas, sino que fue consecuencia de varios antecedentes en los que se pudo evitar cualquier tipo de reclamo o sospecha, gracias a que la gente estaba más interesada en sus asuntos veraniegos que en lo que le pudiera pasar al país.
Y lo mismo pasa con la prolongada forma de prepararnos y festejar las navidades, puesto que son días propicios para sorpresas que, por importantes que sean, pasan bastante inadvertidas para la gente que está pensando en convivios o sufriendo la resaca que los mismos pueden provocar.
Ayer decían las licenciadas Aceña y Zelaya que hay que dejar por un lado las suspicacias y sospechas y confiar en la buena fe de los que nos gobiernan y de quienes legislan, aconsejando no ver micos aparejados en temas como las reuniones en Santo Tomás o Casa Presidencial donde se pactaron no solo asuntos como la Junta Directiva, sino también el reparto de pastel con el Presupuesto y la forma de adjudicar, a dedo, el negocio de los contenedores del puerto.
Yo siempre he creído que, como decían antes los viejos y ahora en esa condición lo repito, en la confianza está el peligro y los ciudadanos tenemos que ser suspicaces porque ya debemos haber entendido que aquí no ha cambiado nada y que los mismos poderes fácticos que se enriquecieron por años están de vuelta y con más fuerza. Y en estos días de calma y jolgorio hay que estar atentos porque es cuando más goles nos pueden meter. Ya debemos entender que no hubo tales de que se eligió a alguien que no era ni corrupto ni ladrón y que en el Congreso sigue la mera crema del sistema, además de que en la CSJ también hubo consolidación del poder paralelo. Si así son las cosas, ¿Quién con una luz se pierde?