El caso del ministro de Cultura y Deportes, José Luis Chea Urruela, es solo una más de sus prácticas cuestionadas y oscuras en el ejercicio público desde que hace décadas logró convertirse en parte del sistema que le permite vivir en puestos como embajador, asesor de negocios del gobierno de los patriotas y ahora de organizador de parrandas.
Lo que no extraña es que el Presidente ni siquiera muestre indignación e intención de separar del cargo a quien demostró no estar calificado profesionalmente y, menos, éticamente para ocuparlo.
Es obvio que el presidente Morales se la pasa concentrado en forzar que el negocio de TCQ (aquel con que se mordieron 30 millones de dólares) pase a la fuerza en el Congreso de la República sin chistar de la manera en que su “estructura”, como la de Otto Pérez Molina, lo diseñó.
Tampoco se pronuncian con energía contra el ministro medio de “alcurnia”, porque Jimmy Morales está más ocupado por la foto de Anabella De León, quien está en prisión por un caso en el que el hijo y el hermano del Presidente, según todos los detalles que se saben al día de hoy, van estar sentados en el mismo lugar y pasando sus noches en el mismo tipo de resguardo.
Chea Urruela hizo un gran alboroto y se presentó a la CICIG a decir que quien se robó el pago de parqueos en un parque nacional era parte de una estructura paralela para que FECI lo investigara, pero pretende minimizar el abuso cometido para “echar chile” como parte de los parientes pobres con la pariente rica.
Son años ya en que los Chea vienen cometiendo los mismos desmanes y logran pasar de gobierno en gobierno sin consecuencias. ¿Quién recuerda cuando la esposa hizo la fiesta para los mareros en los centros de detención? ¿Quién recuerda los reportes de Chea donde informa al gobierno Patriota de negocios como TCQ o el de Control Migratorio? ¿Cuál pudo ser su papel en un gobierno tan burdamente señalado de corrupción como comisionado de inversiones? Los dos casos que citamos de ejemplo son terribles y sería bueno establecer en qué sentido se produjeron sus informes.
Por ello entendemos que mientras Morales siente que su deber es proteger a Melgar Padilla, impulsar el negocio de TCQ, resguardar a su hermano y a su hijo para que no vean cuánto mandan en Casa Presidencial, etc., no se va a preocupar de una pequeñez como un ministro arrogante que usa los recursos del Estado para lucir su supuesto ancestro familiar.