Todos aquellos reclamos y denuncias de actos evidentes de secuestro institucional del Estado de parte de los operadores de los poderes paralelos, parece que se han ido en una reposadera y la sociedad hasta se olvida y permite que quienes nos gobiernan hagan lo que les venga en gana para recuperar el control y garantizar el monopolio de los beneficios.

Hace pocas semanas se condenaba el rol del presidente Jimmy Morales permitiendo que se hiciera de la SAAS una entidad de seguimiento y espionaje en contra de sus opositores. Hasta llegó a mandar a su principal asesor, Melgar Padilla, al Congreso para que gozara de derecho de antejuicio. ¿Hay alguien indignado por eso?

No digamos cuando se supo que el hermano del señor Morales y también cómico “Sammy”, junto al hijo del presidente, fueron involucrados en un serio caso de corrupción. Mientras la sociedad espera si habrá medidas contra ellos como ha sido con otros que han terminado en prisión por cuestiones de menor calibre, el mismo mandatario ha defendido que su hermano se registre bajo el alero de la “Presidencia” en sus visitas a instancias oficiales a las que llega a gestionar negocios que le interesan. Y nadie dice nada.

En el Congreso, en la cara de todos, se hace una negociación que significa muchísimos millones de quetzales y que seguramente será el botín a repartirse entre todos los que han metido las manos. Desde aquellos anfitriones en la Finca Santo Tomás hasta los congresistas que pelearon entre bandas para apoderarse de las plazas, del Listado Geográfico de Obras y aprobar el negocio de TCQ. La población, ni se oye.

En la Corte Suprema de Justicia Blanca Stalling sigue siendo la mandamás y con una gran capacidad de controlar la mayoría de magistrados y a la vez de seguir siendo el cerebro atrás de sus familiares que, dicho sea de paso, están en la cárcel sindicados por corrupción. Pero ya nadie se acuerda ni mueve un dedo contra eso.

Evidentemente, con aquellos permisos de un mes que pidieron esta señora Stalling, el diputado Giordano, o el presidente cuando dijo que “no comentaría más” del caso de su hijo, han tomado la decisión correcta porque la desmemoriada sociedad guatemalteca con su indiferencia los ha premiado.

Sabemos que es un tema que tocamos recurrentemente y no nos cansaremos de hacerlo. Esta mezcla entre mafias en los organismos del Estado que terminan sellando el “pacto de impunidad”, encuentra en nuestra sociedad al ideal para funcionar. Unos callados ciudadanos que no terminan de entender que solo con una enérgica depuración podemos cambiar.

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