Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Anoche miles de norteamericanos se lanzaron a las plazas en distintas ciudades de esa nación para manifestar su repudio a la elección de Donald Trump y para expresar sus temores ante los planteamientos racistas y xenófobos del nuevo Presidente de los Estados Unidos, quien basó su campaña en un tono que produjo, efectivamente, una seria división entre los ciudadanos de ese país. El común denominador de los manifestantes que hablaron para los canales de televisión fue el miedo a lo que se pueda venir porque aún y cuando el primer discurso de Trump fue conciliador, ofreciendo que quiere ser presidente de todos los norteamericanos, el eco de sus anteriores afirmaciones denigrantes para muchos sectores sigue resonando en los oídos de la gente que teme lo peor.

Es cierto que, como ahora se repite, una cosa es estar en campaña y otra gobernar. Quien lo describió de la mejor manera, cínicamente pero apegado a la realidad, fue Portillo cuando en una entrevista radial reconoció que para ganar una elección hay que decir mentiras porque la gente desea oírlas. Sin embargo, para gobernar con seriedad hace falta conocimiento de los asuntos de Estado y eso es algo que tendrán que enseñarle al mandatario sus actuales asesores porque no es lo mismo administrar una lucrativa actividad inmobiliaria que tener la responsabilidad de dirigir los destinos del país que más influencia tiene en el mundo.

También es cierto que en Estados Unidos hay institucionalidad y funcionan muy bien los pesos y contrapesos, pero no olvidemos que Trump gozará de la mayoría tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes y eso le amplía la capacidad de actuar. No digamos cuando nombre al Juez que deberá llenar la vacante en la Corte Suprema de Justicia, porque entonces tendrá literalmente, como Morales en Guatemala, el control de los tres poderes del Estado y en ese contexto los pesos y contrapesos desaparecen institucionalmente, dando un papel crucial al que queda y que es el de la opinión pública conformada por ciudadanos y medios de comunicación.

Ya sabemos que la libertad de prensa es una de las que puede verse afectada por Trump porque lo dijo durante su campaña en reiteradas ocasiones, cuando afirmó que la prensa corrupta era causante de sus problemas, sin reconocer que fue la ingenua cobertura de esa prensa “seria” la que, al darle seguimiento a sus constantes payasadas, lo catapultó al centro de la atención de los electores.

En ese contexto, la expresión ciudadana anoche tiene que verse como parte del sistema de pesos y contrapesos que hasta ahora ha funcionado en Estados Unidos pero que, con esta irrupción contra el sistema político del país, a lo mejor termina también destrozado por la avalancha irracional.

Veremos en los próximos meses si Trump, como Portillo, habló babosadas en la campaña para ganar las elecciones sin que realmente se propusiera hacer lo que ofreció. Pero aun así, si hay otro Trump serio e informado, está por verse qué entiende por seriedad y cuál es la información que maneja.

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