En La Hora hemos sido consistentes en decir que el mejor ejemplo de que mucho se hizo, pero poco cambió a partir de las acciones judiciales contra los gobernantes del Partido Patriota, es la actual integración de los tres poderes del Estado.

Porque no cambió la Presidencia ni las prácticas del sistema con elegir a alguien que se presentó que era “distinto” pero que traía todas las mismas mañas medio disfrazadas, contando un equipo que se conoce el teje y maneje del corrupto diseño del ejercicio del poder.

Menos, un Congreso donde la sociedad llegó a pensar que Taracena y los de la UNE son el rostro de la transparencia simplemente porque hacen las cosas menos burdamente que la otra partida de mañosos con los que comparten el pleno. Ni siquiera doña Nineth Montenegro tuvo la integridad de salir públicamente dispuesta a perder una elección de Junta Directiva a cambio de denunciar qué, cómo y con quienes es que se negocian los votos y la elección de Junta Directiva. Menos podemos esperar de los tránsfugas del oficialismo y el resto de partidos políticos.

La Corte Suprema de Justicia se integra por una mafia en que son extremadamente pocos los casos de los verdaderos guardianes de la legalidad. Está claro que con la presidenta Patricia Valdés, la dama de la impunidad Blanca Stalling, ha colocado a su mejor pieza para elevar el muro que garantice que las Cortes estarán al servicio del poder oculto y, de refilón, beneficiar a todo su clan que está acusado por corrupción.

Pero cuando todo esto pasa de una manera tan descarada que el mismo Presidente se pone a negociar en encerronas contratos que han representado millones de dólares en mordidas a cambio de darle a los vendidos diputados una su salpicada con puestos, listado geográfico o posiblemente hasta con alguna maletita de las que TCQ acostumbra manejar, consideramos que es más culpa de la sociedad que de tan tolerante parece que es o muy cobarde o cómplice de las malas prácticas con que los políticos nos humillan.

Imposible pensar en un pueblo con tan poca dignidad como para quedarse callado ante tal desfachatez. Estamos conscientes que todo esto que, como dijimos ayer, tiene como objetivo colocar de nuevo las piezas en su lugar, traerá intentos por sacar de una vez por todas a la CICIG de Guatemala y quitar a la Fiscal del Ministerio Público.

Al fin y al cabo, ¿quién es el tal Oscar Chinchilla y qué pierde él si lo queman? Si nadie sabe de dónde salió más que los amos del sistema.

Artículo anteriorLos norteamericanos salen a la plaza
Artículo siguienteOfrecerán tributo a leyenda del rock guatemalteco