Isabel Pinillos
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Estupor, desorientación, confusión es lo que describe el triunfo de Donald Trump como el próximo ocupante de la oficina Oval.

Pareciera como si de repente hoy despertamos de una gran cruda y por un instante tenemos la sensación de que quizás todo ha sido una pesadilla. Pero al ver en letras impresas el nombre del ganador de esta larga y reñida contienda, poco a poco regresan las imágenes de los resultados, de los comentaristas en estado de shock, y sólo cabe preguntarse ¿cómo pasó esto?

¿Acaso no fueron suficientes sus ataques, su agresión constante hacia todos los grupos minoritarios posibles, acaso no fueron suficientes los indicios de su total incapacidad, las mentiras proferidas una y otra vez, no fueron obvias sus muestras de racismo y discriminación?

Es que si ésta fue la decisión del pueblo norteamericano, es necesario cuestionarse los valores detrás del voto, y cómo el “votante oculto” habría ganado estas elecciones. Es ese “votante oculto” que no vieron las encuestas, o que no tuvo el valor de decir abiertamente su preferencia electoral, que mostró su verdadero rostro en las urnas. En palabras del renombrado Nobel en economía, Paul Krugman, anoche al enterarse de la proyección a favor de Trump escribió en el New York Times: “Lo que sí sabemos es que personas como yo, y la mayoría de lectores del New York Times, es que en realidad no supimos entender el país en que vivimos. Pensamos que al final nuestros compatriotas no votarían por un candidato abiertamente incompetente para el alto cargo, tan desequilibrado en lo temperamental, espantoso y absurdo a la vez. Pensamos que la nación, lejos de haber trascendido del prejuicio y la misoginia, se había vuelto más abierta y tolerante con el tiempo. Pensamos que la gran mayoría de estadounidenses valoraban las normas democráticas y el estado de derecho. Resulta que estábamos equivocados. Resulta que hay un gran número de personas -blancas, viviendo principalmente en áreas rurales- que no comparten nuestros ideales de país. Para ellos se trata de sangre y tierra, de patriarcado tradicional y jerarquía racial. Y hay muchos otros que no compartían estos valores antidemocráticos, pero que de todos modos estaban dispuestos a votar por cualquiera con la etiqueta republicana.”

A partir de hoy proliferarán los análisis en todo el mundo sobre la trascendencia de este momento en la historia cuando el hombre menos idóneo se convirtió en el sucesor para presidir esta enorme potencia, en un momento de gran división en el país, afectando al resto de las naciones. Los mercados globales han comenzado a tambalear ante las olas de especulación que genera su victoria. No puedo ni imaginar al primer Presidente afroamericano, como baluarte de una conquista democrática de ese país ser sustituido por este hombre lleno de odio. Es un día triste en la historia de la humanidad.

Siento profundo el sentimiento de Krugman, quien confiesa no saber cómo saldrán de este punto, y cuestiona si en realidad EE. UU. es un estado y sociedad fallida. Sus palabras finales resuenan en un país totalmente polarizado: “Pienso que vamos a levantarnos y encontraremos un camino hacia delante, pero esta noche ha traído terribles revelaciones, y no creo ser demasiado indulgente al decir que siento mucha desesperación.”

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