Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Bueno, en realidad ese sentimiento se ha apoderado del país y yo lo defino de la siguiente manera. El excandidato de Lider, Manuel Baldizón generaba tantos anticuerpos que la gente se propuso derrotarlo a él más que apoyar a otro candidato y ello allanó el camino para que Sandra Torres y la UNE quedarán como la fuerza de oposición y más importante, que Jimmy Morales se durmiera a la población con la mentira del siglo de que “no era ni corrupto ni ladrón”.

Siempre consideré que si llegaba a ganar Baldizón ninguno de los ciudadanos quedaría indiferente, y siempre pensé que, a pesar de los riesgos, si se convertía en Presidente, eso era lo que nos podía hacer despertar para que juntos, como sociedad, nos involucráramos para modificar las bases del sistema y poder reformar el Estado. Siempre me temí que saliendo del petenero refugiado en Nicaragua, la gente volvería a la calma bajo el argumento de que “nos habíamos librado de lo peor”.

En resumen, la gente piensa que basta salir de lo peor para resolver el problema y ese ha sido un grave error de cálculo que nos hace equivocarnos en la ruta de la transformación, y por eso en este “año del cambio” no hemos logrado nada.

Y así fue, la gente pensó que saliendo de Baldizón las cosas no serían tan graves, pero nunca se reparó en que se había elegido a un Congreso igual o peor que el anterior y que ganara quien ganara la elección, la vieja política estaba garantizada. Baldizón era cínico y descarado y se esmeraba en demostrarlo; Torres y Morales eran iguales, pero se disfrazaron de lobos con piel de oveja.

Y ahora digo que pasa lo mismo porque ante el evidente y descarado pacto de impunidad que lidera Jimmy Morales (pues ya se dio cuenta que es la única forma de defender los negocios que ha hecho la familia y quizá hasta él), mucha gente se puede decantar por seguir con la pantomima de Taracena porque han dicho que con él al menos “algo se avanza”, cuando ya quedó demostrado que todo se hizo solo para que “la CICIG no chingue”, y para evitar la inevitable depuración.

Y como nunca faltará el cristiano que me diga que defiendo a uno o a otro, mi punto es que gane quien gane las cosas seguirán igual porque unos y otros tienen su agenda que no pasa por reformas de fondo para cambiar el sistema y dar paso el desarrollo de la gente, aunque con Taracena la gente se hubiera conformado de nuevo y reinaría esa tensa calma a la que ya estamos tan acostumbrados. En otras palabras, no se sentiría “la grave amenaza”.

Ahora que se consolida el pacto de impunidad, ojalá la gente pegue el grito al cielo y entonces, tal vez, como sociedad eso nos haga reaccionar para unirnos, para decir “ya basta”, para tratar de incidir en cambios de fondo. Taracena dirá que “luchó contra la corrupción y la impunidad” porque no tiene un pelo de bruto y los actores del pacto de la impunidad irán con las armas en la mano para ir a luchar contra todo aquello que sea una afrenta para sus negocios y sus perversos planes, y por eso es que, pase lo que pase, se necesita una población aguerrida, despierta y sobretodo comprometida con el cambio de verdad y el futuro del país.

Por eso es que las voces de quienes se sienten o se dicen “diputados diferentes” se tienen que hacer escuchar si quieren en serio marcar distancia y por eso también es que lo dicho ayer por Helen Mack, de que la depuración del Congreso y del Estado en general es la opción, cada vez hace más sentido si usted está dispuesto a ser un ciudadano dispuesto a luchar porque su país cambie.

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