Jorge Mario Andrino Grotewold
* @jmag2010

Los términos de democracia en la teoría y en los textos de grandes escritores pareciera muy sencilla. Sin embargo, la aplicación ha demostrado que no es tan fácil como se escribe. Determinar si el respeto a libertades tan importantes como la expresión, elección y justicia, se pueden anteponer a los derechos individuales, económicos, sociales y culturales, genera conflictos en el poder político. La democracia perfecta en su naturaleza parece difícil de alcanzar en los actuales tiempos del mundo.

Ejemplos tradicionales nos muestran sociedades y sistemas de gobierno como el de Guatemala, donde el principio de legalidad es amplio, partiendo de una Constitución desarrollada, y más de 60 mil leyes (muchas de ellas que ameritan deslegislarse). Los derechos humanos son reconocidos plenamente y el país cuenta con autoridades en sus tres Organismos de Estado, más el poder local que goza de autonomías municipales, dándole gran valor al derecho de elegir y ser electo. Sin embargo, la corrupción aflora, los indicadores de pobreza aumentan y la justicia se cuestiona en su aplicación equitativa, pronta o cumplida, entre otros bemoles. Sin embargo se dice que Guatemala cuenta con una verdadera democracia. ¿Será cierto?

Otros ejemplos como Cuba, con sistemas a los que se intenta dar un valor democrático, mejoran sus niveles de derechos económicos-sociales, existe un mecanismo de seguridad y justicia claros, pero sus gobernantes no permiten opositores políticos, ni ideologías diferentes, imposibilitando a su población al derecho a elegir autoridades distintas. Se consolidó un sistema totalitario y tirano.

Y para el caso de Nicaragua, ayer se realizó un ejercicio que algunos critican denominarlo “democrático”, en donde elecciones nacionales buscan reiterar en el poder ejecutivo al Presidente Daniel Ortega, quien durante ya varios períodos ha sido electo en circunstancias que no necesariamente son las que garantizan el derecho a elegir y ser electo. Parte de la población nicaragüense prefiere no votar, ante una elección que cuenta con todo un aparato estatal a favor del candidato oficial. Otros votan con miedo, ante las presiones del gobierno y su gente. Instituciones, presupuesto y autoridades alineadas a un mismo fin político.

Sin una verdadera veeduría social, algunos observadores internacionales han sido admitidos (incluyendo algunos expresidentes guatemaltecos), al igual que la OEA, quienes deberán ser cuidadosos con sus reportes sobre la situación actual del país centroamericano, y determinar si efectivamente las condiciones que la Carta Democrática Interamericana se cumplen, no solo para el día de las elecciones, sino para todo el ejercicio previo, que incluye la inscripción de candidatos, una oposición política libre de ejercer sus derechos y una institución electoral independiente.

Sin la posibilidad de ejercer libertades de forma completa, ningún país ni gobierno puede jactarse de contar con una democracia real. La responsabilidad internacional de denunciarlo es obligada, y su población requiere un verdadero apoyo para el respeto de sus derechos.

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