Jorge Santos

En este país de absurdos y en donde el Estado guatemalteco se ha organizado para garantizar los derechos y privilegios de los históricamente protegidos, ha generado tanto tipo de daños, que uno de los más crueles se ensaña contra la niñez guatemalteca y no necesariamente me refiero a aquellos males endémicos que les afectan, sino en la violencia cotidiana y sistemática que se les genera, me refiero a la desprotección máxima que desde el hogar, la escuela, la comunidad y ya no digamos por parte de la institucionalidad del Estado.

La niñez guatemalteca en este país, aparte de crecer en un marco de desprotección, inacceso a la educación, salud, vivienda y protección social, que produce que alrededor del 50% de las y los niños sufran desnutrición crónica, que las causas de muertes infantiles sean totalmente prevenibles, tales como diarreas o afecciones respiratorias. Pero a estos males hay que agregar una condición de pobreza extrema que les infringe uno de los mayores males a su dignidad humana.

Hace años, por motivos laborales me tocó que investigar desde la perspectiva de los derechos humanos el caso de una niña asesinada en un hotel capitalino, la escena en donde se había dado su muerte violenta era tan macabra que no había posibilidad alguna de pensar que un hecho tan deleznable fuera real. Dicha investigación nos llevó a conocer que esta niña, había estado bajo la protección de la institucionalidad pública guatemalteca, que por un fenómeno de violencia en su hogar, un juzgado había ordenado su protección a un centro privado que atiende estos casos. Resulta que en este lugar las y los niños eran sometidos a castigos crueles, que bien pudieran ser considerados tortura, tales como internarles con adultos que llegaban a un anexo para atenderles en casos de adicción al alcohol o a las drogas o bien que eran obligados a ir al mercado más cercano a recoger verduras en mal estado, las cuales les eran dadas como el alimento diario.

Es decir, que la muerte violenta, con violencia sexual de por medio en aquella niña, sólo fue la última grave violación a sus derechos humanos, luego de una reiterada y sistemática vulneración y agresión en su contra. Estos hechos lamentables, condenables e indignantes vinieron a mi mente, al escuchar la denuncia de que más de 100 niños y niñas se encuentran desaparecidos luego de estar bajo la protección de la Secretaría de Bienestar Social y de los juzgados especializados en la materia.

De tal cuenta, que la sociedad guatemalteca, no puede más que demandar y exigir el aparecimiento con vida de estos niños y niñas y deducir las responsabilidades penales y administrativas más severas contra quienes sean los autores materiales e intelectuales de esta desaparición, que sin lugar a dudas tiene todos los rasgos característicos de trata de personas. Sin esa posibilidad, es impensable construir un país que dignifique lo más importante de cualquier sociedad, su niñez.

Artículo anteriorOtra vez las policías privadas
Artículo siguienteNoticias que no son noticia