Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

La crisis del transporte pesado nos pinta de cuerpo entero como un país que, por no entrarle a las cosas de fondo, paramos haciendo chapuces y tomando medidas cosméticas para pretender así arreglar históricos problemas.

La disposición de la Municipalidad de Guatemala de aumentar las restricciones para la circulación del transporte pesado en la ciudad de Guatemala, termina siendo una medida cosmética toda vez que el Alcalde actual y los demás de su partido que han ocupado el poder nunca se interesaron en liderar el proyecto mandado por la Constitución en su artículo 231 en el que se aborda lo relativo a la Región Metropolitana.

También es justo decir que el Congreso debía emitir una ley que regulara todo lo relativo a la materia y muy al estilo de los legislativos del pasado y el actual, simple y sencillamente le valió gorro cumplir la ley y eso, en buena parte, es lo que ha llevado a un colapso vehicular de la capital y las ciudades aledañas.

Al mismo tiempo que el sector industrial promueve una cumbre de inversión, las paralizaciones de las aduanas y la crisis del transporte mandan mensajes nada alentadores para gente seria que desea venir a invertir en el país.

La negativa de Álvaro Arzú de reunirse con los transportistas provocó enormes pérdidas que, por lo visto, pudieron evitarse con mínimos de disposición.

No deja de ser paradójico que quienes, a lo largo de la historia, han apoyado a Arzú en su carrera política sean los que se dicen más perjudicados con todo esto y son los que también se ven afectados por la arbitrariedad con la que el jefe del Palacio de la Loba maneja los asuntos, pero su silencio ahora les pasa factura.

Vistas las cosas, a los transportistas no les quedó más que apechugar la decisión, pero la disyuntiva que les queda a ellos y a todos nosotros es, ¿qué vamos a hacer para que nuestro sistema cambie de una manera en la que le demos soluciones integrales a los problemas y no solo parches que no resuelven las cosas desde su origen?

Tal y como han funcionado las cosas, una vez se levante el paro algunos seguirán refunfuñando, hablarán en sobremesas y reuniones del tema, pero nada más pasará porque como chapines somos muy dados a olvidar lo que implica tiempo, dedicación y, sobre todo, determinación para resolver problemas de fondo.

Se ha tolerado mucho que la MUNI haga lo que le venga en gana, que otorgue licencias de forma antojadiza, que haga pasos a desnivel que solo benefician a los desarrolladores y que sirven para decir “obras no palabras”; se ha tolerado que el tema del Transmetro se maneje con total discrecionalidad o que no nos digan cuánto es el presupuesto de infraestructura, por ejemplo, y muchas otras cosas más que a un Otto Pérez Leal, por decir un nombre, jamás se le hubiera tolerado.

Esto deja una lección: mientras sigamos conviviendo con este podrido sistema y sus ejecutores, siempre nos terminará pasando una factura sin importar quien sea, puesto que, repito, muchos de los que ahora se dicen afectados, fueron financistas de un Alcalde al que ya sabe que en su reducto él manda y para los que no quieren, hay garrotazos por no decir, morongazos.

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