Sandra Xinico Batz
Nos implantaron la idea de que discernir es malo e innecesario. Es más fácil no preguntarse, no cuestionar, estar de acuerdo con “todo”. Nos encontramos rodeados de desigualdad y la fe borbotea como la única posibilidad de darle sentido al existir en un país como Guatemala (espacio terrenal donde sufriremos para muertos ir al paraíso). Hay una Guatemala high y una de los barrancos que no coexisten porque una se harta a la otra y le vende la idea de que si nos esforzamos un día podremos ser ricos también.
Estamos tan empobrecidos que nuestro referente de desarrollo es la blancura de nuestros descendientes y la constante afirmación de nuestra descendencia europea, repitiéndonos una y otra vez que no somos racistas y que el machismo es cultural a pesar de que algunos, como los indios, no tengan ni cultura. Somos contradicciones.
La guerra parió una paz que ahora tendría 20 años ¿Qué saben los jóvenes hoy veinteañeros sobre el Conflicto Armado Interno? ¿Qué piensan al respecto de “su país” hoy? ¿Qué cosas seguimos haciendo igual pensando que su resultado será diferente? ¿Ha cambiado algo en estos 20 años?
Tengo certeza de que transformar la realidad es posible y que no (necesariamente) será en el marco de lo “permitido” (del sistema actual) porque de lo contrario nada cambiará. Quizá hasta el escenario de la democracia nos quede corto porque no se puede “elegir” y ser “libre” mientras cientos se mueren de hambre, la violencia nos despoja de nuestra dignidad y ser pobres y llegar a ser “electos” para gobernar es más que una utopía. ¿Cómo resolver pacíficamente todo la desigualdad y la violencia que se ejerce sobre los pueblos mientras nos están matando? ¿Cómo desde este sistema político racista se puede eliminar el racismo? ¿Cuándo cederán los poderosos el poder si eso significaría su final? No me trago el cuento que desde adentro de este sistema asesino se puede defender la vida.
No se trata, claro está, de pesimismo o negatividad porque no podemos seguir partiendo de lo bueno y lo malo para entender este país. No podemos sacar lo “mejor” de todo si a nuestro alrededor todo se desmorona. No podemos dejarnos de preguntar o dejar de disentir para no sentirnos tan mal de las desigualdades que hasta nosotros mismos reproducimos y con los que estamos formando a las “nuevas” generaciones. No podemos seguir creyendo que el machismo se acabará partiendo de que el respeto hacia la vida de las mujeres se remite a que seamos madres, hijas, hermanas, esposas o novias de un hombre.
Por esto es tan importante la voz, su manifestación diversa, porque no se tiene voz solo por la palaba dicha, porque puede pasar de la individualidad a lo colectivo, porque puede romper con lo aparentemente “normal” o lo establecido como tal, porque no todo está dicho y aún falta mucho por decir y para los pueblos esto es muy importante porque nos permite reescribir nuestra historia desde nuestra propia voz. La voz no es silencio.