Francisco Cáceres Barrios
La publicación a seis páginas del reportaje que Diario La Hora publicó el pasado lunes 24 evidenció una vez más que lo ocurrido el año 2015 fue solo una consecuencia circunstancial por el descaro y desfachatez de Pérez Molina, Baldetti y sus colaboradores que los llevó a la cárcel, aunque hay muchos que todavía tienen pendiente su ingreso, pero de eso, a que nuestros políticos hayan aprendido la lección para enderezar el rumbo desacertado proclive a la desorganización, corrupción y burla de las aspiraciones populares sigue estando muy lejos de ser una realidad.
Lo hemos dicho una y mil veces, el sistema colapsó y las medias tintas lo único que trajeron consigo fue aumentar el descalabro del Estado a niveles nunca sospechados pues, así como hay puentes a punto del derrumbe, carreteras hechas pedazos, inseguridad galopante, hospitales en la lipidia o el más descarado método de importación a base del contrabando, igual está el Congreso, con sus integrantes, sistemas, métodos y organización que cada vez se parecen más al basurero municipal de la zona tres, en vez de ser un organismo del Estado que represente en todos y cada uno de sus aspectos la voluntad popular.
Todo ello nos ha llevado a la triste conclusión que violar la ley se volvió costumbre y la Comisión Internacional contra la Impunidad -CICIG- es un obstáculo, por lo que se ha vuelto el objetivo principal contra el cual los politiqueros enfilan sus cañones para acabarla de un todo y así poder seguir satisfaciendo sus intereses particulares. De ahí que seguiremos en las mismas mientras siga empleándose el sistema electoral que contraviene el artículo 157 de la Constitución que establece que el Congreso debe estar compuesto por diputados electos directamente por el pueblo y no empleando subterfugios para usarla con fines personales hasta lograr que exclusivamente los corruptos partidos políticos tengan la exclusividad de postularlos.
Terminado de leer el reportaje de La Hora en mención, no puede quedar en nuestras mentes cosa distinta que la más profunda decepción y frustración sin embargo, utilizando nuestro buen raciocinio, debiera servirnos para hacernos razonar a quienes queremos lo mejor para el país, sobre cuál es nuestro destino. ¿Acaso será seguir haciendo lo mismo que hasta ahora hemos hecho, «dejar hacer o dejar pasar» o no ha llegado la hora de asumir cada quien el papel que nos corresponde, con las leyes en la mano, para acabar de una vez por todas la descalabrada forma de mantenernos en la parte más baja de las clasificaciones entre los demás países del orbe? Disculpen, pero sigo sin estar conforme. Sería igual a llevar horchata y no sangre entre mis venas.







