Marco Tulio Trejo Paiz

A partir del gobierno que presidió Vinicio Cerezo Arévalo se ha cometido el abuso de saquear miles de millones del programa de Invalidez, Vejez y Sobrevivencia del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social.

Actualmente la deuda estatal asciende a miles de millones de quetzales, por lo que viene debilitando el citado programa, al punto que puede no dar margen para cubrir las obligaciones dicha institución.

Por el saqueo contra el patrimonio del IGSS de los partidistas de la politiquería que ocupan el codiciado sillón del Guacamolón, hay gran descontento en la clase trabajadora; principalmente porque no se solucionan los problemas de salud, entre otros, a causa de los robos de dinero e instrumentos médico-quirúrgicos cometidos por el personal técnico- administrativo de afiladas garfas.

Lo más perjudicial para el IGSS es el manoseo de la autonomía. Son los mandamases los responsables del deterioro del Instituto., en cuyos inicios todo se manejaba bien, con eficiencia, honestidad, iniciativas de los funcionarios.

No es honor, sino deshonor robarse millones de los contribuyentes ricos y pobres que han sostenido al IGSS.

El tema central está quedando inconcluso, pero lo retomamos inmediatamente dada su importancia.

Los gobernantes, timoneles que administran el Estado, deben dejar de desfinanciar al IGSS para no someterse a prisión y evitar el embargo de sus propiedades y vegetar en las mazmorras o convertirse prófugos de la desprestigiada justicia.

Los exfuncionarios que mamaron a sabor y antojo en lo alto de la burocracia y a lo bajo, deben reintegrar al erario el producto de sus aviesas aventuras como delincuentes; ya les expropiaron bienes inmuebles, pero lo procedente, como un «desagravio» al pueblo, sería la devolución de las millonadas de tarascada cometidas, según ellos, todo quedaría sin la acción eficaz del Ministerio Público y de la CICIG.

Los escandalosos y volcánicos robos de esa gente deben de estar en bancos locales y extranjeros, o bien enterrados en los patios de sus oscuras moradas.
Indignadamente, Juan Pueblo opina que todos los uñas largas presos y prófugos, ¡deben devolver el «pistillo»!…

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