Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

En abril de 2016, cuando se destapó el Caso de TCQ, los guatemaltecos vimos cómo se había fraguado un meganegocio al mejor estilo de los ladrones de cuello blanco, algo así como se cocinan en TU MUNI, pero pasados dos o tres días del escándalo alguna gente empezó a esgrimir el argumento que era malo que hubiera robo, pero que al menos se dejaba obra que en este caso era un puerto de primer mundo aunque estuviera negociado para operar sin escáner.

Luego surgió el escenario de que APM Terminals había comprado y muchos empezaron a argumentar que ellos eran un tercero de buena fe, aunque al día de hoy no queda claro cuál es esa “buena fe”, puesto que no solo cambiaron de firma de abogados para irse con una que tiene a un diputado como socio sino que además ellos (APM) siguen teniendo relación de negocios con Ángel Pérez Maura y éste sigue siendo un prófugo de la justicia guatemalteca que se pasea por el mundo con total impunidad.

Y tras ver la actitud de muchos que dijeron que el puerto es sinónimo de modernidad y que tenía que operar para no ser otra Celgusa, nos tenemos qué preguntar por la actitud que habrán tenido cuando se enteraron que capturaron al creador de esa idea de “modernidad e innovación”.

Como bien dijo mi padre, si son consecuentes deberían de sentir congoja de imaginar a Allan Marroquín regresando deportado y quizá hasta “enchachado” desde Miami, porque al fin y al cabo es la mente detrás del negocio que ahora el Presidente, su Ministro de Finanzas (hasta el exministro de Finanzas que fue funcionario de Colom pero en realidad mandadero de Sandra Torres, Juan Alberto Fuentes), la PGN, muchos diputados y hasta algunos abogados que dicen ser “constitucionalistas” defienden a capa y espada en aras de la “competividad”.

Hay gente que cínicamente ha dicho que no hay plan B en el Caso de TCQ y claro que lo hay porque pudo haber habido una licitación en la que una de las condiciones de las bases fuera que el adjudicado asuma la duda bancaria (más todas las demás condiciones) o la otra opción era que el Estado se quedara con todo y rompiera con las mafias de los sindicatos, pero una u otra, requieren voluntad y transparencia y eso es algo que les falta a nuestros políticos, al sistema y a buena parte de la sociedad.

Nada de esto nos puede sorprender porque el mayor promotor de este oscuro negocio es el mismo Presidente que operó negocios con el apoyo de sus familiares y por eso, desde los primeros días de su gestión y en el primer desayuno con la prensa, pidió apoyo para el Caso de TCQ aunque en ese momento no sabríamos con tanta claridad que el lema de “ni corrupto ni ladrón” era una auténtica y genuina mentira.

Pero tampoco nos puede sorprender porque esto solo es consecuencia de la actitud ciudadana de que no importa el robo mientras dejen algo de obra que justifique las cochinadas. Hasta que no entendamos que el cambio en Guatemala pasa por nosotros mismos y por un cambio de actitud orientado a la transparencia, este país no tiene ni tendrá futuro porque siempre le encontraremos excusas a los negocios mal habidos.

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