Félix Loarca Guzmán
El día de mañana 20 de octubre se cumplirán 72 años de una de las gestas libertarias de mayor trascendencia en la historia de Guatemala. Se trata de la Revolución del Octubre de 1944, que constituyó un acontecimiento político de particular significación para nuestro pueblo, pues puso fin a las prolongadas dictaduras establecidas en Guatemala desde fines del siglo XIX, representativas de los intereses de la burguesía agropecuaria esencialmente vinculada al cultivo y la exportación del café.
Aun cuando ha habido algunas críticas para ese movimiento, hasta ahora es el más importante experimento democrático burgués conocido en el país desde la mal llamada Independencia en 1821, con el cual se inauguró un período sin precedentes de cambios sociales, económicos, políticos y culturales.
En la década de los años 40, era muy significativo y todavía lo es, el peso de los terratenientes. Persistía el criterio que la más importante fuente de riqueza provenía de la agricultura. Ese punto de vista era tan fuerte, que se ponía obstáculos a quienes intentaban implantar una industria ligera destinada a sustituir algunos de los productos que como consecuencia de los efectos de la Segunda Guerra Mundial, no era posible importar.
Entre los logros más destacados de la gesta revolucionaria, figuran un gran impulso a las tareas de la educación, la autonomía universitaria, la autonomía municipal, la creación del IGSS, la reforma bancaria, la promulgación del Código de Trabajo, el fomento de la organización sindical, la supresión del trabajo forzoso para los indígenas, el escalafón y dignificación de los maestros.
Algunos críticos han tratado de negarle el carácter de revolución, por haber dejado intactas las estructuras del Ejército y de los terratenientes, dos de los principales factores del poder político y económico, que fueron los que se pusieron como alfombra para la invasión armada de 1954 organizada por Estados Unidos, para mantener su dominación política y económica sobre nuestro pueblo.
Sin duda, la Revolución de Octubre promovió un nuevo modelo de Estado, pero no dio tiempo para fortalecerlo. Por ello, consideramos que fue una Revolución inconclusa. Corresponderá a las nuevas generaciones enfrentar este desafío histórico, enarbolando la bandera de su continuación.