René Arturo Villegas Lara

No recuerdo qué empresario del fútbol se fue a la América del Sur y contrató a dos equipos para que jugaran en Guatemala. El Cúcuta de Colombia y el Deportivo Palermo de Argentina. El Cúcuta estaba formado por morenos afro-colombianos y el Palermo por canches de origen italiano. Durante algunos meses fincaron sus piernas en Guatemala y el Estadio Mateo Flores se llenaba para ver los duelos entre colombianos y argentinos, al margen de los grandes y añorados equipos de antaño: Municipal, Comunicaciones, Tip. Nac., Aurora, Folgar, Hércules, Universidad, Chichicaste y el IRCA…

Pero el recuerdo en esta historia se refiere a que los jugadores estrellas del Palermo llegaban a entrenar al Estadio Escolar 25 de Septiembre, que era el campo de fútbol de la Escuela Normal, atrás del antañón y clásico edificio verde, derruido impunemente por la ignorancia y la mala fe. Y los normalistas, cuando no había clase, nos íbamos a sentar a la orilla del campo, a ver entrenar a los argentinos: Joaquín Seisdedos, Turcato, Martinoli, Chingolo Rodríguez, Afro Geronazo… Y tantos más cuyos nombres ya se me olvidaron. A los que más recuerdo es a Turcato, un grandulón lleno de manchas coloradas en el cuerpo, como modo de sarna, que después de entrenar se iba a meter a la piscina, dejando el agua llena de la grasa que se untaba en el cuerpo y de las escamas que se le desprendían de la espalda manchada; y Martinoli, porque driblaba con demasiada habilidad. Cuando nos tocaba natación, todos los estudiantes le exigíamos al Director que desinfectara la piscina y cambiara el agua cada vez que los argentinos se bañaran después de los entrenos semanales, no fuera a ser que nos contagiáramos de la “pelagra” que mostraba Turcato. Durante muchos meses ese equipo gaucho estuvo jugando en Guatemala, en el Estadio Olímpico, ahora Doroteo Guamuch, contra equipos nacionales o extranjeros, no así el Cúcuta, que tras una corta temporada se regresó a Colombia. Algunos jugadores del Palermo se quedaron aquí, formaron hogar, se hicieron empresarios y algunos se dedicaron a enseñar a jugar fútbol, a entrenar equipos nacionales o a vender churrascos. El habilidoso Chingolo Rodríguez, tuvo un negocio de repuestos usados en los alrededores de La Terminal y Joaquín Seisdedos, creo que trabajó muchos años con el Club Comunicaciones, formando equipo con el entrenador. Estos argentinos, al salir de sus prácticas en nuestro Estadio Escolar, tomaban la camioneta No. 5, en la parada del portón de la Aurora y regresar a la pensión en donde vivían, aunque alguna vez abrían las mamparas de la Mariposa, no a beber mate, sino puro trago blanco de India Quetzalteca. La presencia del equipo argentino, el Deportivo Palermo, dentro de lo que escasamente entiendo yo, de fútbol, creo que alguna enseñanza dejó en el medio nacional. Por lo demás, muchos pasamos alegres tardes de sábado o mañanas de domingo, viendo jugar y admirando las destrezas de los argentinos del Deportivo Palermo.

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