Dra. Ana Cristina Morales Modenesi

Hay días en que las personas se tornan vulnerables, se acumulan pozos de malestares y hasta respirar se hace difícil. Cada situación puede ser vista de manera enorme, con dificultades en su apreciación, en la toma de decisiones y en la ejecución de lo que se tenga que hacer. ¿Quién no ha tenido uno de estos días?

Cuanto más tiempo lleva en la vida la persona se pregunta a sí misma: “¿Por qué continuo preocupándome por nimiedades?” Y es posible que se avergüence de sí misma. Porque el tiempo transcurrió, pero, a lo mejor, la madurez no llegó.

Ella sale apurada de su casa, deja su teléfono, cierra la puerta y dentro, también, las llaves. Decide continuar adelante, sin teléfono y sin las llaves. Suspira, y se dice así misma: “tengo que continuar”. Sigue con paso apresurado, no se da cuenta y pisa excremento de su perro. Limpia el zapato lo más que puede, lo retuerce hasta creer que no carga más restos. Lo huele, y dice: “¡huele muy mal!, pero, tal vez, no tanto”.

Se coloca los zapatos, camina un tanto con ellos, da un vistazo a los ojos del perro y este le responde con una mirada que sugiere decirle: “Pobre tú”. Le ladra y le da muestras de cariño, al mover su cola. La persona se sube al vehículo, se despide del perro y comienza a transitar con destino al trabajo.

Oye un sonido a su carro, le preocupa, pero se convence a sí misma que no es nada fatal. Se distrae en un semáforo, le bocinan ferozmente los vehículos que la siguen. Se asusta, pero se dice: “no es para tanto”. Continúa su recorrido, lleva su ventana baja y un cruel piloto le prodiga un escupitajo que le llega a caer a la mano.

Siente asco, se acuerda que carga toallas húmedas, se limpia con repugnancia. Deposita la toalla sucia en una bolsa de plástico que lleva para basura. El asco baja de tono, ella se incorpora y prosigue su recorrido.

Por fin, llega al trabajo. Escribe varios reportes que guarda en el dispositivo de memoria extraíble que utiliza para su computadora. Se siente afortunada de haberlos realizado. Cuando incorpora la memoria a la computadora de impresión. ¡Gran sorpresa! El dispositivo no responde. Su trabajo se perdió, tiene que iniciar nuevamente, pero se siente truncada. La fuerza para reiniciar le parece escasa.

Necesita respirar, cambiar su día, buscar algo distinto. Por la tarde se reúne con amistades a tomar un café. Siente alivio, y pese, a su resistencia de reiniciar. Comienza de nuevo. Y termina lo ya iniciado.
Otro día como éstos…y a saber que será.

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