María José Cabrera Cifuentes
mjcabreracifuentes@gmail.com
El terror que vivimos los guatemaltecos todos los días en las calles se hace cada día más insoportable. Debemos temer no solo a los delincuentes sino también a las personas que se supone deberían cuidarnos y guardar el orden. Reina la anarquía y pareciera que la única ley que impera es la del más fuerte o la del que se cree “más vivo”.
El día de hoy, quiero ceder mi espacio a un amigo quien hace unos días vivió una experiencia desagradable con agentes de la Policía Nacional Civil. En sus propias palabras, describe a continuación el horror sufrido a manos de estos hombres que no haciendo honor a su uniforme ni a su misión le hicieron una mala jugada que pudo haber terminado de la peor forma.
“Hoy quisiera contar algo ocurrido con unos agentes de la PNC. Me encontraba saliendo de un evento familiar y me dirigía a otro compromiso con unos amigos. Pasé por un puesto de control y un policía paró mi vehículo y me pidió mis documentos. Había tomado un par de cervezas responsablemente y sin haberme excedido de forma alguna. El agente en mención, me pidió que me bajara del vehículo y comenzó a decirme que no tenía otra opción que llevar mi caso a los tribunales, ya que según sus palabras “era muy grave y sumamente complicado.” Bajé del carro y junto con su compañero comenzaron a registrar mi carro. Sacaron todo lo que encontraron, revolvieron todo lo que llevaba en las dos guanteras, esparciendo todo por el suelo, al igual que mis pertenencias privadas que tenía en dos bolsones.
Mi carro quedó hecho un absoluto desorden con todos los objetos de mi pertenencia tirados. Al registrar una bolsa de la maleta de mi computadora encontraron un pastillero que contenía un medicamento que yo, bajo prescripción médica, tengo que tomar en forma regular. Al comentarle eso al oficial él gritó aseverando sin ningún fundamento que eran estupefacientes y que no creería mi historia hasta que le mostrara la receta médica que obviamente no llevaba conmigo en ese momento, por lo que optó por abrir el pastillero y botar todo el contenido.
Para entonces, habían transcurrido alrededor de 50 min, por lo que yo ya estaba perdiendo la paciencia. El oficial comentó que podía hacerlo todo más fácil si les daba dinero. Me pidieron que entrara al carro y que revisara cuánto dinero tenía ya que había otros dos carros retenidos y estábamos cerca de una parada de bus, por lo que según él “nos íbamos a dar mucho color”.
Al entrar al carro le mencioné cuánto dinero tenía, por lo que él rápidamente se subió al asiento del copiloto y con arma en mano y apuntándome en la cabeza me dijo que no era suficiente, que revisara bien porque no se quedaba conforme con menos de una cantidad sumamente alta que a mí me pareció ridícula y hasta pensé que se trataba de una broma.
En mi desesperación y estrés le mencioné que podía ir a mi casa y regresar con un poco más de dinero, pero él aclaró que eso no era posible porque yo podría escapar o delatarlos lo cual podría empeorar las cosas. Tras una discusión acalorada acordó quedarse con el dinero que tenía, el cual no llegaba ni a la quinta parte de lo que me pedía. Por último irónicamente me dijo que me había salido barato a comparación de lo que me hubiera salido con el juez de turno y que debería de estar “sumamente agradecido” con él por ahorrarme mucho dinero.”
De esta historia podría reprocharle a mi amigo que haya accedido a arreglar las cosas dándole “mordida” a estas lacras que manchan el nombre de sus colegas que cumplen con su trabajo. Pero más que eso quiero resaltar mi indignación y molestia al saber que todos estamos expuestos al abuso por parte de las autoridades y que pocas son las salidas que nos quedan para enfrentarlos sin resultar agraviados. Hacer público lo que sucede en nuestro país es necesario para poder ponerle un alto.