Sandra Xinico

No hace falta leer esto para saber cómo se vive en Guatemala porque lo vivimos. Nuestra cotidianidad se despliega entre la violencia, la carencia, la desigualdad, la discriminación, la corrupción (entre muchos otros); resultados de un sistema económico político y social estructurado así, para “funcionar” de esta manera.

Nos desvivimos en creer que hay que sacarle lo positivo a todo aunque esto no sea aplicable cuando de política o de la satisfacción de nuestras necesidades se trate. Endiosamos a los ricos y vapuleamos a los pobres. Negamos a los indígenas aunque seamos la mayoría en este país. Recibimos los informes de desarrollo humano entre pompa y en hoteles lujosos de la ciudad aunque lo que este contenga sea una realidad que duele y que no es nueva: que cada vez hay más pobres y que la mayoría de estos somos indígenas, mujeres y jóvenes.

Ninguna palabra es suficiente (ya) para intentar (siquiera) justificar al señor Presidente. El gobierno está desmoronado como desde su inicio (¿Cuál gobierno no lo ha estado?). Mientras tanto él posa (para ser fotografiado) sosteniendo en sus manos el informe que mide el índice de desarrollo humano que dice que acá el desarrollo se estancó (ni siquiera estoy segura si un día estuvo en marcha); y que describe el contexto (de pobreza, hambre, exclusión) en el cual están “creciendo” las nuevas generaciones.

Los empresa(u)rios por su parte (siempre por su parte) se hacen los desentendidos y culpan al Estado de esto, como si no existieran los monopolios, como si estuviesen desligados del poder político y como si obviásemos que en Guatemala lo que ha aumentado en las últimas décadas es la riqueza de los ricos. Reprochan a los pueblos que queremos que el Estado nos dé todo como si esto hubiese ocurrido alguna vez o como si (en este contexto) fuese posible o real.

¿Cuántos informes más serán necesarios para accionar? ¿Cuántos datos más se deben recolectar para convencerse de que la miseria es la que impera en este país? ¿Cuántas fotos más se tomarán haciendo pose de que les interesa la realidad mientras se enriquecen a costas de nuestro trabajo?

¡Qué escribir no es suficiente para cambiar la realidad! ¡Qué las palabras por sí mismas no transformarán todo! Lo tengo muy claro por eso acciono ¿Por qué los gobernantes y los ricos no? Porque no les conviene hacer lo contrario, pues cambiar las cosas implica perder privilegios y sin pobres ¿Quién trabajará para mantenerles su riqueza?

Ojalá socialmente accionáramos contra este sistema político-económico de muerte antes de salir con la cantaleta de que nada nos gusta y que solo vemos lo negativo. Ojalá ser contundente ante la realidad no siga siendo (erróneamente) sinónimo de rabiar y regañar. Que cuestionar la realidad no sea concebido como una simple crítica por criticar y que diferir ante lo impuesto no sea significado más de negativismo y victimización. Romper con la idea que ser joven y tener claridad política, cultural y consciencia de clase es el resultado de la manipulación.

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