Juan Antonio Fernández
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Al observar el debate presidencial de la mayor potencia militar y económica mundial. Recordé cuando hace algunos años, visitando a familiares –migrantes- en California, fui sorprendido visualmente por una de las mayores concentraciones de personas indigentes en el mundo. Su nombre es Skid Row comentaron, allí en pleno centro de la Ciudad de Los Ángeles, sobreviven a la intemperie millares de personas en la más profunda miseria. Yo hasta ese momento, había creído que este cuadro era exclusivo de otras latitudes. Ahora sé, que aparece con mayor frecuencia e intensidad no solo allí, sino también en la mayoría de los países del centro económico y político global.

Pero una representación de esta naturaleza, no se hace presente en las agendas de los grandes conglomerados televisivos, cuando de campañas políticas se trata. Lo que es peor se difunden mediáticamente p. ej., “¿Usarán apodos Clinton y Trump en su primer debate presidencial? o bien, Donald Trump amaga con llevar a una examante de Bill Clinton al primer debate presidencial” (CNN). Es así como los electores y candidatos de forma consciente o inconsciente son confrontados a través de los medios masivos con una “meta-realidad”, creada y (recreada) con base en una amalgama de elementos de realidad-ficción que se configuran como parte de una puesta en escena. Que al final su mayor logro es provocar en los electores sentimientos de frustración y un desencanto por la política y la democracia.

En efecto, lo único concreto en este punto, es que realmente existe un rechazo hacia la vieja política, los partidos y sus propuestas. El antiguo deslinde de ideas ya no existe, con ello se ha incrementado el interés hacia los candidatos, se promueve un desdoblamiento en la personalidad de los dirigentes, también se alienta un excesivo interés en la vida privada en las campañas electorales y por supuesto los gastos son multimillonarios para financiar este tipo de política. Aquí lo que se pretende entonces, es homogenizar la percepción de los electores. Sin embargo, aunque parece casi imperceptible a la mirada cotidiana, estas propensiones han sido acentuadas, en palabras de Ianni, por estructuras de poder a nivel global, que marcan tendencia hacia preferencias al consumo, diversión y ocio, aislando al sujeto de tal forma, que piensa mas en los problemas imaginarios, que en los reales.

Me pregunto si se irá a desterrar a esa vieja política. Quizás sí. Pero ¿Qué resultará luego de su muerte? Sin duda no existen soluciones fáciles, tendrá que ser algo que haga sentido, con rumbo novedoso y propio para tener futuro como sociedad. Una nueva forma de hacer política respetando las diferencias y las identidades son un requisito en el relacionamiento con la gente. Las personas de las aldeas, comunidades, barrios y colonias urbanas lo merecen. Es por ello que las propuestas deben ser serias y coherentes con las aspiraciones de los estratos económicos y sociales medios y por supuesto, con aquellos grupos olvidados por el sistema reinante. Solo así, la muerte de la vieja política habrá valido la pena.

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