Juan José Narciso Chúa

El viernes 30 de septiembre en la Antigua Guatemala tuvo lugar el panel American Donors Forum, auspiciado por Fundación Seattle y la Embajada de Suecia en Guatemala, en donde hubo participación de empresarios poco conocidos en el ámbito de las reflexiones o el debate, pero en esta oportunidad acudieron a dicho evento, pero lo más interesante de su presencia, fue su participación y aún más los temas a los cuales aludieron.

De acuerdo a lo expresado en su columna del lunes, mi buen amigo, Edgar Gutiérrez, así como lo expresado por Martín Rodríguez Pellecer en Nómada, los planteamientos sugieren la presencia de nuevas voces en el empresariado, lo cual es meritorio, puesto que no sólo su presencia resulta novedosa, sino adicionalmente en el marco de esas nuevas voces, se infiere que se encuentran convencidos de la necesidad que el país requiere de transformaciones de fondo, por lo que las posturas rígidas de figuras de las élites, así como de sus propios columnistas y analistas, merecen introducirse en este nuevo discurso y abonar ideas distintas y hasta cambios de paradigmas con respecto de los grandes problemas de nuestro país, que han dejado un legado pernicioso en nuestra sociedad.

Es indiscutible que, en Guatemala, como en otros muchos aspectos, subsisten diferentes realidades en un solo contexto y este es el caso particular del empresariado, en donde he observado un enorme grupo de emprendedores privados que han erigido sus empresas a partir de esfuerzos permanentes y conscientes hilvanando un futuro distinto para sus familias y sus empresas; el trabajo es la constante y la lucha diaria es el signo de estos tiempos. Ellos no se encuentran pendientes de qué hace o qué no hace un gobierno determinado, al contrario, la tenacidad de su lucha va más allá de ese espacio y construyen su emprendimiento dentro de la lógica que su propio entorno de competencia le establece.

Las élites y sus tanques de pensamiento, así como sus columnistas y analistas, persisten en sostener un sistema que únicamente les favorezca a un pequeño grupo que se ha beneficiado de lo que el país le ha dado, construyendo sus empresas siempre con esfuerzo, pero manteniendo vigilante los movimientos de los gobiernos y sus funcionarios, para evitar que se escapen de su control y así montaron un sistema que únicamente les favorece a ellos y sus empresas, para lo cual establecieron el derecho a picaporte con los gobernantes, montaron una estructura tributaria que no les afecte sus utilidades, establecieron zonas o espacios de exclusión en donde se recrean toda una serie de beneficios para contar con economías de escala -basadas en exenciones fiscales duraderas, mano de obra barata con salarios mínimos paupérrimos; facilidades para la importación y exportación y otras-. Y en su discurso, lo mismo de siempre. La inversión privada es la única que genera empleo, la empresa privada es el motor del crecimiento, es necesario mantener el mercado competitivo, es necesario adentrarse en los dictados de Basilea III -mi amigo Edgar Balsells hizo una crítica seria y también mordaz de esta propuesta, por cierto-, en fin, diciendo siempre lo mismo, pero haciendo todo lo contrario.

Por ello recojo las anotaciones tanto de Edgar como de Martín, al respecto de lo que mencionó, por ejemplo, Carlos Enrique Mata, presidente ejecutivo de CBC, quién señaló la importancia de “generar incentivos en la economía informal para salir de la pobreza, así como de “horizontalizar el capitalismo y elevar la productividad”, e igualmente señaló “el error de sector económico de pretender apropiarse de la verdad sobre el plan económico nacional”.

Fernando Bolaños, de Agroamérica, recordó “la importancia de un Estado fuerte para ser competitivos a nivel global y agradeció a la crítica y el contrapeso de las oenegés y de los medios”.

Estuardo Porras Zadik, señaló la importancia de “más allá de democratizar la tierra, deberíamos democratizar la propiedad de las acciones de las empresas, con la idea de quebrar la conflictividad en el campo, pues “las grandes inversiones no cambian la vida de las comunidades”, y puso como ejemplo “que las hidroeléctricas tengan a las comunidades como accionistas”, -un aspecto que había propuesto hace ya buen tiempo quien escribe-.

Escuchar estas nuevas voces, genera un pensamiento de reflexión, así como abre el optimismo, pensando que esta nueva empresarialidad rompa con paradigmas, posturas y discursos ya rebasados por la realidad y la dinámica social. Estas voces nuevas posiblemente estén pensando en una realidad distinta, en una sociedad diferente, ojalá continúen participando y moviendo pensamientos, contribuyendo al debate y efectivamente construyendo una democracia económica, política y social distinta. Sin duda, nuevas voces auguran nuevos tiempos.

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