Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Algunos en el sector privado, ya sean tradicionales o emergentes, vieron que el camino directo para tener una silla en la mesa del poder, los negocios y los privilegios estaban en el financiamiento de las campañas electorales. Esa realidad se destapó el 2 de junio cuando la CICIG y el MP develaron el Caso de Cooptación del Estado.

Desde el 15 de abril de 2015 hasta el 2 de junio (con casos de defraudación de por medio), no vimos a un sector privado organizado hablar de los vicios torales ni ser un actor protagonista que pudiera liderar los cambios al sistema, acaso porque se estimaba que vía el financiamiento se podía seguir inclinando la balanza lo que supondría poder seguir sobreviviendo en la jungla o en el caso de algunos, más que sobrevivir, crear o aumentar riqueza mediante negocios e influencias.

Aún y cuando el Caso de Cooptación conoció la luz en junio y golpeó a algunos personajes importantes, hemos estado viendo que el sector organizado tradicional sigue siendo un tímido observador que no atina a reinventarse para adaptarse a los tiempos post cooptación y volver a ser un sector de plena incidencia positiva por medio de un cambio de sistema y el fortalecimiento institucional.

Cada romería que hacen a Washington los deja con la desilusión de ser señalados como una causa de los problemas del país en lugar de destacar por ser unos agentes de cambio.

Se menciona la existencia de algún grupo de empresarios que, no siendo el corazón del sector organizado tradicional, está uniéndose para poder recoger la estafeta que sienten se ha quedado tirada; pretenden, de alguna manera, incidir en los cambios al sistema porque entienden que solo estableciendo un marco de reglas claras y liberando al aparato de la cooptación, el país tiene viabilidad económica y social.

Uno de mis mejores amigos es director empresarial y a pesar de que tenemos diferencias normales, he podido ver que su entendimiento del país es diferente a la vieja guardia, pero ambos hemos comentado y coincidido que todavía son muchos los que no han terminado de entender que necesitamos una reforma profunda del Estado para poder atacar las grandes brechas que nos dejan desigualdad, pobreza y poco crecimiento económico.

Siempre he dicho que los problemas del país son temas sociales y morales, pero también he dicho debemos darnos cuenta que tales problemas son factores económicos que nos frenan el desarrollo. Tal y como están las cosas, hay muchos a los que les interesa que nada cambie para que no desaparezcan las fuentes de sus negocios.

El papel de los buenos empresarios en la sociedad, aquellos que buscan hacer las cosas bien y con apego a la ley, es importantísimo y debe apoyarse, pero no es suficiente en un país como Guatemala en donde el sector público y privado debe unir esfuerzos para que de manera transparente (y no creativa con métodos que buscan opacidad o negocios que buscan dar dinero fácil) podamos atacar los grandes problemas en corrupción, impunidad, seguridad, justicia, salud y educación, que derivan en pobreza y falta de oportunidades.

Con su silencio, el sector privado tradicional está perdiendo una gran oportunidad de recobrar su espacio en la sociedad, pero sabiendo que no tienen un pelo de brutos, la pregunta que debemos hacernos es ¿por qué se resisten a ser parte del cambio o a liderar el cambio? y también debemos preguntarnos ¿si hay espacio para nuevos actores, qué deberían hacer estos para lograr el objetivo de cerrar brechas y crecer todos reformando el sistema y apostando a la institucionalidad?

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