Claudia Navas Dangel
cnavasdangel@gmail.com

Era el primero de octubre, los primos jugaban en el callejón cercano a la casa de los abuelitos, perdido en un rincón del centro. Zapatito cochinito dime quién cambias de pie… Uno a uno fueron saliendo y buscando su lugar de escondite, Jorge quedó de último y por ello debía buscar a los demás, empezó por los lugares más cercanos, atrás del poste, cerca del basurero, pensó que quizá se había metido a alguna casa y en eso vio de reojo la esquina y creyó adivinar que todos habían traspasado el límite y se habían refugiado en la tienda. Se encaminó hacia allá, y no había nadie, tan sólo las moscas sobrevolaban aquellos camotes en miel que no se le antojaban.

Miró hacia afuera y nada, caminó un poco más, seguramente querían hacerle una broma. Justo en la esquina le pareció ver a uno de ellos, corrió hacia él. Era un niño que cubría su rostro con las manos y estaba sentado en una grada de una casa vieja. No era su amigo, pero al verlo así no pudo evitar preguntarle qué tenía.

El niño lo miró con una tristeza infinita y Jorge lo miró a él. Su ropa estaba gastada, sucia, su pelo alborotado y sus ojos hinchados. “Me quitaron lo que junté cuidando carros” le dijo, “hoy me van a pegar”. ¿Quién? dijo Jorge sin comprender el drama que ese niño, quizá de su misma edad, vivía.

“Mi papá”, respondió el otro niño. “Solo decile que te robaron”, dijo Jorge con total naturalidad. El niño, el niño triste siguió llorando. En ese momento se acercó a ellos un hombre gordo, olía mal, y llevaba una botella en la mano, ¿Y vos? gritó mientras se abalanzaba sobre el niño y lo tomaba del pelo. Jorge se asustó y se alejó mientras veía como el pie del hombre se aproximaba a la espalda del niño. El llanto del niño se confundió con los gritos de ese adulto abusivo, Jorge corrió hacia al callejón.

¿Dónde estabas?, le dijo la abuela, ya estamos colgando la piñata. Celebraron todos juntos la efeméride. El pastel estaba delicioso, pero a Jorge se le habían ido las ganas de comer y de reírse.

Su primo sugirió continuar con el juego, y todos pusieron su pie al centro, le tocaba a Jorge recitar Zapatito cochinito… se acordó del niño, el niño triste y pensó que él no podría jugar como ellos, porque sus pies estaban descalzos.

Cuántos niños además de no contar con educación y alimentos viven cada día en Guatemala sometidos por la violencia y el abuso, cuántos niños en Guatemala perderán la vida antes de que llegue la noche, cuántos niños en Guatemala no pueden jugar, no pueden soñar. Cuántos niños en Guatemala no reciben un abrazo, cuántos…

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