Alfonso Mata
Hace años que se viene hablando de cambios en el sistema de salud basado en investigaciones fecundas de sus contenidos y materiales y de los numerosos rasgos y terruños que existen en el campo limitriforme entre salud y enfermedad. Desde hace décadas, se han producido ampliaciones y se han deslindado fenómenos fronterizos entre esos dos mundos en que viven las personas, lo que ha puesto a disposición del sistema de salud, un número considerable de ideas, explicaciones y dudas tales como ¿Es el portador sano asintomático o un enfermo?
No es sin embargo raro ni accidental, que la alianza entre investigación-acción en salud-enfermedad, haya establecido una brecha entre el ejercicio sanitario y el curativo a favor de la exploración y ejecución de lo curativo y muy poco y lentamente en el campo de la salud. Por consiguiente, lo que en realidad hace nuestro MSPAS es, prestar más atención a lo curativo y a comunicaciones y experiencias liberadoras de enfermedad, usando más el campo de la clínica y dejando un poco de lado lo que produce nuestro aparato social: una tremenda exposición a vulnerabilidades que actúan de manera compleja y a las cuales nunca se les ha querido entrar sean ambientales, naturales, sociales o culturales. De tal forma que el accionar actual sanitario, funciona con el mismo grado de conciencia que un interruptor en la pared: «cuando es necesario». La evidencia de ese actuar inconsciente y sedimentado, se ha convertido más en un catalizador político que en un cambio de conciencia sobre la atención ante la exposición a la vulnerabilidad y también ha funcionado como estandarte de la orientación clínica del actuar político; Sí esa tendencia cambiase, se disminuirían las causas de la enfermedad y por consiguiente mejoraría la salud.
Comunicar experiencias liberadoras de vulnerabilidad y asignar recursos para nuevas, debería ser la meta y centro de actividades públicas y privadas de salud que operen a nivel local y que pondrían de manifiesto, la atención en salud que en verdad necesitan nuestros pueblos, que de por sí, son complejos y ricos en matices de vulnerabilidades y que en la mayoría de casos, son atendidas con mínimo de atención preventiva.
En lo anteriormente expuesto de las «intenciones ministeriales» es probable que se haya llamado y hablado de procedimientos y posiciones diferentes para atender la salud, pero no de un sistema de administración-operación, que puede funcionar como principio vinculador entre distintas posturas. Consideramos que ante la heterogeneidad de vulnerabilidades propias de nuestro país, únicamente necesitamos pensar como una imagen deseable, el arribar a una suerte de sistema sanitario nacional, unificado gracias al pensamiento de una medicina socio-ambiental ejercida desde lo local de forma descentralizada y desconcentrada, de la que aún estamos lejos.
Actualmente domina un pluralismo de estilos técnicos y modelos de operación en salud, que bien vale la pena sostenerlos y evaluarlos. El hecho de una dirección y rectoría de la salud que permite todo lo factible, ha generado un aumento de oferta y una ampliación de la conciencia clínica curativa, relegando lo social de la medicina a un segundo plano y restando valor en el verdadero sentido de la palabra, a un desarrollo sanitario y de salud nacional.
Hay que hablar entonces de nuevo, de promocionar un nuevo ideal y forma de hacer salud, guiada por una necesidad de atender cambios ambientales, sociales y culturales, acentuada e integrada en un montaje con cabeza orientadora a «evitar enfermedades» lo que implica una nueva objetividad hacia una iniciativa institucional-ciudadana, lo que se designa como «conciencia participativa» enfocada a la atención al temor ante catástrofes ambientales, sociales y políticas, sin caer en la impotencia frente a esas vulnerabilidades omnipresentes. Todos esos son componentes que generan una forma casi obligada de prestarle atención a una medicina social en todo su sentido, un viraje de enfoque que actualmente tiene cierta dificultad y esto no es nada raro, pues los profesionales y las escuelas formadoras de personal de salud, no están preparadas para esto. También habrá que preguntarse si no es también necesario, un fortalecimiento del sistema curativo, puente entre el enfermo y la salud, una situación primigenia que no puede abandonarse por su contexto cultural y social y que además de su dificultad financiera, presenta dificultad técnica y administrativa.