Jorge Mario Andrino Grotewold
* @jmag2010

El Derecho Internacional se convierte en un acto de relevancia en la presente semana. Por un lado, el logro político de Colombia de alcanzar finalmente un acuerdo de paz sobre el conflicto armado que les aqueja, y que permitirá a una sociedad golpeada por el crimen organizado y la violencia, vivir en armonía y sin temor. Y por el otro, las graves circunstancias del conflicto armado en Siria, en donde durante meses, pero especialmente en días recientes, la población sufre directamente los embates de violencia entre el régimen del Estado y quienes luchan por derrocarlo.

Durante el fin de semana pasado, el Consejo de Seguridad de la ONU se ha reunido de emergencia para intentar lograr un acuerdo entre las máximas potencias y permitir que mediante su mandato, las Naciones Unidas eviten que la guerra en la región de Aleppo, Siria siga sumando víctimas mortales de niños, mujeres y hombres, sin discriminación. Sin embargo, la falta de fortaleza del órgano internacional no permite alinear a países antogonistas ideológicamente como Estados Unidos y Rusia. Con este problema sin resolver, el régimen de Bashar al-Ásad seguirá contando con el apoyo ruso y enfrentando a rebeldes, dejando en medio a la población que ni siquiera se les permite abandonar el área, y por el contrario, son utilizados como escudos humanos de ambos bandos, como estrategia de combate, violando los contenidos del Derecho Internacional Humanitario, específicamente los Convenios de Ginebra que contienen las obligaciones internacionales sobre el llamado “derecho de la guerra”.

Y en este lado del mundo, en el continente americano, específicamente en Colombia, se celebra la firma de la paz entre el Gobierno y los grupos rebeldes, mismo que tiene más de 50 años y que se espera que logre, similares circunstancias que las que se lograron en Guatemala luego de esos 36 años de conflicto que se vivieron. Es importante mencionar que las negociaciones de paz se inician y concluyen gracias al auspicio y colaboración de países amigos de Colombia, y no precisamente de la ONU, la que tuvo una modesta participación, al igual que la OEA, que cada vez demuestra lo poco eficiente y necesaria que se ha convertido.

Para 2016, la firma de un acuerdo de paz tan importante como el colombiano, que permitirá a millones de habitantes trazar una ruta de fortalecimiento democrático y desarrollo humano, se invisibiliza con lo grave que se percibe el conflicto Sirio y que, además, reúne ad contrario, a las grandes superpotencias geopolíticas, las que no sólo controlan a la ONU y al Consejo de Seguridad con sus derechos de veto para acciones determinantes, sino además también impulsan o atacan de acuerdo a la agenda particular de cada Estado.

La ONU, en el pleno uso del derecho internacional, está llamada no sólo a proveer de una solución para esta crisis que se está convirtiendo en económica social, así como lo es política y militarmente. Y para Colombia, la esperanza de una nueva época de paz, armonía y trabajo conjunto de su gente.

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