Luis Enrique Pérez

Conjeturo que el gobierno del presidente Jimmy Morales no es precisamente el gobierno que esperaba el número de ciudadanos que votaron por él en la primera elección presidencial, cuando compitió exitosamente con dos notables populistas: la expresidente Sandra Torres y el impetuoso Manuel Baldizón. Tampoco creo que es precisamente el gobierno que esperaba el número extraordinariamente mayor de ciudadanos que votaron por él en la segunda elección. El propósito parecía ser evitar el triunfo de la expresidente Sandra Torres.

Quizá esos ciudadanos no esperaban que Jimmy Morales fuera un gobernante extraordinario, porque no suministraba el más miserable indicio de que tuviera aptitud para serlo, sino solo pretendían evitar que el próximo Presidente de la República fuera Sandra Torres, o Manuel Baldizón. No importaba que el candidato Jimmy Morales dijera o no dijera que no era “corrupto” ni “ladrón”. No importaba, porque jamás había ejercido alguna función pública, en la que hubiera demostrado, con axiomática evidencia, que era un fantástico ejemplo de incorruptibilidad y honradez, y que el desempeño de esa supuesta función pública lo había empobrecido, hasta convertirlo en mendigo condenado por su beatífica pureza moral.

No se esperaba, como si el elector padeciera demencial esperanza, que fuera un gobernante extraordinario, sino ordinariamente competente, y que se abstuviera de ser corrupto o de ser ladrón. Empero, cuando ya han transcurrido ocho meses de que él ha ejercido la Presidencia de la República, opino que el presidente Jimmy Morales es incompetente, y que no hay algún piadoso indicio de que no sea o no será “corrupto” ni “ladrón”. Y no opino que es meramente incompetente. Lo es intrínsecamente, y puede ser tan “corrupto” o “ladrón” como algunos de los anteriores presidentes de la república.

Su incompetencia ha comenzado por manifestarse en el incumplimiento de las funciones primordiales que le adjudica la Constitución Política de la República, que consisten en cumplir la ley y obligar a que se cumpla, procurar el orden y comandar las fuerzas públicas de seguridad. Es evidente que no obliga a cumplir la ley; por ejemplo, cualquier grupo de ciudadanos atenta contra el derecho al libre tránsito y causa estragos económicos; o se usurpa la propiedad privada como si usurparla fuera una ley, o la criminalidad parece prosperar incentivada por la gratificante certeza de la impotencia policial. Solo por incumplir estas funciones podemos afirmar que el presidente Jimmy Morales no gobierna, y que Guatemala carece de Presidente de la República. Hasta ha declarado él que su gobierno confiere la mayor importancia a la salud y la educación, y no a la seguridad pública; pero no hay precepto constitucional alguno que le adjudique la función primordial de ocuparse de la salud y la educación, aunque ambas tengan una cuantiosa importancia.

Agreguemos un acto del presidente Jimmy Morales, que muestra su incompetencia: ha patrocinado, con el Presidente del Organismo Legislativo y el Presidente del Organismo Judicial, un proyecto de reforma constitucional de la administración oficial de justicia, que estúpidamente intenta convertir a la Corte de Constitucionalidad en un absurdo tribunal servidor de los organismos del Estado; pues todos los miembros de esa corte serían designados por esos organismos. Y luego propuso, al Organismo Legislativo, constituido por el Congreso de la República, un proyecto de aumento de impuestos, del cual ilegalmente desistió, con franca exhibición de torpeza improvisatoria.

Él mismo tácitamente reconoce su incompetencia, porque le ha pedido a Dios que venga a Guatemala, a gobernar; y supongo que lo ha pedido porque él es incompetente. Quizá Dios no ha satisfecho la petición del presidente Jimmy Morales, porque no quiere ocultar su incompetencia, sino delatarla, y obligarlo a que se dedique a aquello para lo cual parece tener una notable aptitud: llorar, dormir y bailar. Hay presagios de impredecible catástrofe nacional, y quizá algunos hasta se preparan para asaltar el poder gubernamental.

Post scriptum. Aparentemente el presidente Jimmy Morales no tiene asesores inteligentes, sino asesores cretinos o imbéciles, especializados en la complacencia servil. Por lo menos hasta el momento presente, afirmo que él no puede tener asesores inteligentes, porque para elegirlos se necesita inteligencia.

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