Eduardo Blandón

Restringidas las garantías constitucionales no queda sino escribir sobre los efectos benéficos del cantar canarino en mañanas frías. No puede ser de otra forma. Un artículo tendencioso y de visos conspiratorios podría ser contraproducente para un columnista rancio. No hay que alterar los nervios de los censores para facilitar el ánimo violento de esas almas irracionales.

Suspendamos los artículos críticos mientras dure el temporal que preocupa al Presidente. Escribamos sobre el poder de la lectura o la sabiduría Zen. Insistamos en que el país solo cambia, si desde el optimismo, cada uno cumple su parte. La revolución vendrá desde una conducta que nos haga virtuosos. No hay de otra.

Lo que necesita Guatemala, según quienes nos gobiernan, es disciplina. Por ello, quizá sea oportuno escribir sobre las virtudes cardinales, la templanza en primer lugar. Hay ocasiones en las que los columnistas deben degustar el bien, y si para eso es necesario «apretar la tuerca», pues que así sea. Suspender las garantías que ofrece la Constitución tiene carácter pedagógico, es medicinal para los réprobos de la pluma.

No nos reprimamos, solo variemos el contenido de nuestros escritos, para que respire nuestro mandatario. Replanteemos el misterio del sexo de los ángeles o el problema antropológico de la glándula pineal. Intentemos averiguar si la epífisis es el punto de unión entre el cuerpo y el alma. Dudo que un texto así derribe gobiernos o provoque sospechas. Es preciso guarecerse porque los demonios andan sueltos y en busca de víctimas.

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