Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Cuando se arma un alboroto innecesario por cosas de escasa importancia, decimos que se está haciendo una tormenta en un vaso de agua y para alguna gente en nuestra realidad de hoy, el tema de lo ocurrido en el entorno familiar del Presidente hay que verlo así, como un hecho penoso pero que no llega a ser del otro mundo y sobre el que no vale la pena armar grandes alborotos. Lo que ocurre en realidad es que lo que se dice que hicieron el hijo y el hermano del Presidente es algo que para una gran cantidad de guatemaltecos es una cosa sencilla, casi parte de lo cotidiano, porque nos hemos acostumbrado a vivir en un país en el que ese tipo de trinquetes son vistos como astutas triquiñuelas para resolver cualquier problema.

No se educa a los hijos en valores y principios que les hagan ver desde su infancia y juventud el valor de la rectitud y la importancia de la decencia. Para los padres de familia se vuelve un dilema porque educar a sus hijos en temas éticos se puede convertir en una desventaja a la hora de tener que salir al mercado a ganarse la vida, puesto que los escrúpulos se convierten en una dificultad en medio de una sociedad donde se valora el pisto que se gana y no se repara en cómo es que se hace el dinero.

Yo siento que por eso es que la lucha contra la impunidad es tan cuesta arriba en un país como el nuestro, porque no vemos como mal hecho lo que es mal hecho y terminamos justificando acciones que caen en el plano criminal, simplemente diciendo que se trata de prácticas comunes.

Me cuesta mucho entender cómo es que los padres de familia, fallan tan groseramente en la formación de sus hijos cuando frente a ellos se entrega una mordida a un policía para evitar una multa de tráfico o cuando, satisfechos y contentos, comentan en la sobremesa el gran negocio que pudimos hacer al ganar una licitación o un concurso millonarios después de haber pactado un soborno con la entidad contratante. Hay quienes hasta anuncian a la familia algún viaje o la compra de una nueva casa como resultado de esa operación que es pintada como un acto de astucia en vez de entender que se trata de un ladrillo más en esa terrible construcción del muro de la corrupción que empobrece al país y le niega las oportunidades a tanta gente.

Por supuesto que cuando cae preso alguien que ha recurrido a esas prácticas absolutamente comunes, nos da pena y conmiseración porque duele que «gente tan honorable» se vea envuelta en problemas legales por cosas que son de lo más normal y corriente, por incurrir en situaciones que son parte del pan de cada día, porque quién no entiende que así es como funcionan las cosas en nuestro país.

Hay cosas que se maman desde el hogar y por ello no me sorprende el contubernio sobre TCQ entre el Ministro de Finanzas y el Presidente, aunque sí me extraña, y mucho, que don Iván cayera en las redes.

Cualquier acto de corrupción es para generar una tormenta y no, precisamente, en un simple vaso de agua.

Artículo anteriorEl Fulano de la factura
Artículo siguiente¿Qué aprendió ese joven?