Juan José Narciso Chúa
No cabe duda que en Guatemala ocurren los sucesos más extraños, pero no por ello que sean desconocidos, sino al contrario se tornan reiterativos en cada gestión. Sin embargo, la actual merece mayores comentarios al respecto, principalmente en la actual coyuntura cuando el actual mandatario ha caído en una espiral compleja durante su corta gestión, aderezado con la noticia que él mismo adelantó sobre la participación de su propio hijo y su hermano en actos de corrupción.
Uno de los primeros espectros que configuran esta repetición absurda es la corrupción. Sin duda, todos los gobernantes, pareciera que saben a qué van en cuanto a corrupción se refiere. Saben que esta oportunidad –la de hacer gobierno–, representa el inicio de un cambio de vida, bajo la tranquilidad de fortunas mal habidas, pero que la “vergüenza pasa, la riqueza se queda en casa”, una consigna que pervivió por mucho tiempo.
Bajo esta sombra de la corrupción, no solo se delinea la gestión de los cuatro años, sino además se identifica a las personas que conviene en cada puesto, no por su capacidad, sino por su habilidad para representar un interlocutor que asegure el flujo de los fondos necesarios para sus nuevas fortunas, por ello no es extraño que los ministros se conviertan en ejes esenciales de la cadena de corrupción, por acción o por omisión.
Otro de los factores que seguramente permanece inalterado es el “encanto” por los militares, como socios directos de su gestión, colocándolos en puestos que se consideran “sensibles”, por su condición estratégica, pero que también reditúan “resultados”. El caso del régimen de Colom no fue la excepción, con famosos militares vinculados a su cúpula superior; en el caso de Pérez Molina tomó mucho mayor auge, pues al expresidente y hoy convicto, se le ocurrió prácticamente militarizar la administración pública, con sus compañeros militares. El actual régimen, a pesar de todas las posibilidades positivas con que contaba, ha esquivado el camino y cayó en ese “encanto maléfico”, con su famosa juntita, una “amistad” que realmente ha sido contraproducente, pues la lealtad del Presidente con los milicos, solo ha sido un dolor de cabeza y lo peor es que su círculo más cercano son aquellos militares que todavía hoy viven en la lucha contrainsurgente, sino vean lo de la SAAS, pero a quién se le ocurre tal estupidez.
El otro factor que pesa mucho en cada gestión y en la actual aún más, es el desconocimiento de las cosas de Estado y de la administración pública, lo cual ha provocado una situación en donde el Presidente se le ve sin control de su gestión, pero profundiza su aislamiento, principalmente con muchas indecisiones, en donde dice algo, hace algo, pero luego retrocede hasta el inicio o aún más, lo cual configura un Presidente sin capacidad de articular un gobierno coherente.
La falta de habilidad política es otra de las características que resienten los gobernantes, simplemente por el hecho de haber sido electo y ganado una elección, no garantiza su capacidad de articular el conflicto como premisa imprescindible en lo político, pero muchos se equivocan y consideran que actúan en su condición de políticos, pero sus decisiones al final muestran graves efectos en la sociedad. Hoy el actual Presidente, prácticamente se quedó solitario, no cuenta con una bancada, pues la misma igualmente se encuentra pendiente de procesos legales para sus líderes y metida en la lucha contrainsurgente, cuando hace ratos salimos de eso.
La incapacidad de alcanzar acuerdos de corto y mediano plazo es otra de las características de falencias de nuestros gobernantes. Los acuerdos no significan claudicar y ser solícito con las élites, no, es necesario entrar en arreglos que apunten a consolidar la democracia, apuntándole a transformaciones que contribuyan a una sociedad más sana y menos desigual. Ser solícito con las élites no les asegura nada a los regímenes, sino vean el caso de Pérez Molina.
El actual régimen debe comprender a cabalidad cuál es su papel, algunos nombramientos han sido oportunos, pero se debe ser cuidadoso, pues se visualiza una campaña orquestada, por parte de los grupos conservadores para evitar que se profundicen los cambios, principalmente en materia de Derechos Humanos, tal como se puede observar en editoriales que apuntan a desarticular iniciativas, esfuerzos e instituciones como COPREDEH, buscando que la misma quede atada y se replique el comportamiento caótico de la gestión anterior. Y así contener los cambios en materia de Derechos Humanos y el resarcimiento de aquellos grupos o personas que sufrieron daños irreparables por parte del propio Estado, durante el pasado.