Jorge Mario Andrino Grotewold.
@jmag2010

Durante el proceso de estudiar la ciencia política y la significativa importancia de los sistemas de representación, ya sea electoral o autoritaria de un Estado, es imposible denotar que en gran parte de la población mundial, los interlocutores de esa política no son bien vistos, y esto a pesar de ser electos públicamente y en algunos casos, estar plenamente preparados para ejercer los cargos que ostentan.

La política no es el arte de gobernar, como las teorías tradicionales intentan explicar. Se trata de un mecanismo de ejercicio de poder. Casi siempre, de poder público, pero también existe de naturaleza privada, familiar, laboral, educativa y cuánta más variedad. El ser humano como parte de su naturaleza intenta alcanzar un control, de situación, de momento, de causa y hasta de vida.

Pensar entonces que países como Guatemala, donde en su gran mayoría los principales actores políticos han quedado mal, es impensable identificar un recambio de sujetos responsables que deseen y, además, puedan, ejercer ese poder político y público, sin tacha de corrupción, ineficiencia o inexperiencia. El caso tradicional es el del Presidente Morales, a quien le ha pesado no contar con una experiencia política suficiente, ni una preparación necesaria para el ejercicio del cargo estratégico más importante del país. Pero el electorado apreció su novatez, pensando que no estaría corrompido como lo podrían estar viejos políticos. Eso solo el tiempo lo dirá, pero si al Presidente le va mal, al país y sus habitantes también. Por ello, se debe esperar, exigir y colaborar, para que cada Presidente que llegue, incluyendo el actual, sea exitoso.

Pero no se trata solo del Organismo Ejecutivo. El ejercicio político de naturaleza pública involucra diputados, magistrados, gobernadores, alcaldes, secretarios generales de partidos políticos y equipos de campaña. Cada puesto lo ejerce un político o alguien que ha hecho política para ser electo, designado o nombrado. Y su credibilidad se desvanece en cuanto llega al cargo. ¿Podríamos dispensar de ellos? ¿Buscar en la ciudadanía esa tan ansiada representación y no confiar más en los partidos políticos y a quienes éstos seleccionan para la representación soberana?

Quienes salen de una organización social, civil o privada, y ejercen un cargo político de naturaleza pública, se convierten en políticos, hacen política y producen ese control de poder que necesita el Estado. Lo ideal sería que durante ese ejercicio de control y poder, lo hicieran honestamente, eficientemente y con mística de trabajo, así como con solidaridad hacia sus conciudadan@s.

Un cambio es necesario en Guatemala, pero no puede provenir de los mismos políticos que hoy ejercen ese poder público. Se requiere de una nueva ciudadanía para ejercer veeduría social, además de una participación ciudadana activa, como electores y elegidos. Y al momento de asumir esa responsabilidad, no olvidarse de ese compromiso real con su país, provocando ese cambio indispensable para una sociedad moderna, desarrollada e incluyente.

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