Lucrecia de Palomo

La semana pasada, junto con un grupo de Directores de establecimientos educativos privados de cinco departamentos del país, estuvimos con el viceministro técnico de Educación, el Lic. Canto. Varias son las reuniones sostenidas, tanto en el vicedespacho Técnico como en el de Calidad. Esto debido a que la situación de los colegios es preocupante, pues a pesar de los acercamientos que se tienen con las autoridades, desde hace dos administraciones, persiste una idea errónea del papel que los colegios juegan en el Sistema Educativo.

Los hermosos corredores, que un día albergaron al Instituto Tezulutlán, nos acogían mientras hacíamos la antesala para la reunión. Los funcionarios no esperaban tantos visitantes y se tuvo que acomodar la Sala 12. Se dejaron venir, de departamentos como Quiché, Quetzaltenango, Reu y otros, al conocer la oportunidad de poder exponer la situación educativa que se vive en la mayoría de las Direcciones Departamentales con relación a normas o criterios arbitrarios que se emiten. Fue en ese momento de espera, cuando de la recepción, que lleva a los despachos, salió una figura conocida para la mayoría e inmediatamente comprendimos que las estructuras caóticas que hoy rigen la educación del país no van a cambiar.

Ella salió como Pedro por su casa, acompañada de otros personajes, que como ella permanecen en la administración educativa per saecula saeculorum, unas administraciones como funcionarios y otras con plazas de asesores. Mi sorpresa no fue mayor, era de esperarse, pero agrió la tarde. Al saludarnos le hice un comentario del cual me arrepiento, fui algo ruda y debí quedarme callada, pero salió de mi corazón: “Solo falta tu monumento en el centro del jardín, pues desde que fuiste parte de la Reforma Educativa en 1997 te instalaste aquí.”

Explico: desde antes de la firma del Acuerdo 262-1997 del 20 de marzo de ese año, en donde su nombre encabeza la integración de la famosa Comisión Paritaria como representante del Gobierno de la República, ella se cobija con la chamarra del Mineduc. Fue parte de la construcción de la Reforma Educativa y siendo viceministra participó en el cambio de pénsum a las normales; representa a la Conferencia Episcopal en el fallido Consejo Nacional de Educación. Recordemos, que llevamos veinte años de Reformas Educativas impulsadas por sus patrocinadores (mas sin embargo en las aulas ha fracasado pues no se muestran cambios). Ojalá pudiéramos decir que la educación está estancada, pero no, viene en un retroceso tortuoso. La copia que se impone de modelos extranjeros ha venido a destruir aquella formación que se impartía en institutos tan célebres y nobles como lo fueron el Central, Belén, INCA, Aqueche, Fischmann, etc. Hoy solo quedan cascarones vacíos que no responden a las necesidades del país y que son evaluados en forma retrógrada donde el único ganador es quien diseña, aplica y despliega los resultados de las pruebas.

El abandono de la educación pública ha acrecentado la necesidad de que el sector privado y por cooperativa brinde el servicio. Sobre todo en ese nivel medio, al cual lamentablemente solo asisten el 24% de nuestros jóvenes –y de ese 24% el 80% lo cubre el sector privado (datos proporcionados por el Lic. Canto), pues los padres quieren que sus hijos estudien. Por ello, estos personajes, que han sido y son pilares de la educación nacional, que siguen pavoneándose en los corredores, seguro que allí seguirán imponiendo diseños extranjeros y representando élites, permanecerán hasta que la muerte los separe. Mientras tanto, Guatemala sigue sumida en el lodo de la ignorancia y pobreza, sin conseguir las piedras para levantar monumentos a nuestros verdaderos héroes.

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