Estuardo Gamalero

«Tiene derecho a criticar, quien está dispuesto a ayudar». Thomas Jefferson

El objeto de este artículo no es “silenciar voces”, ni minimizar la importancia de la denuncia, tanto en el contexto legal como moral.

Estoy convencido que el primer paso para corregir un problema, es reconociendo su existencia y aceptando el grado de responsabilidad que se tiene para subsanarlo. Sin embargo, resulta más fácil encontrar errores, que estudiarlos y proponer soluciones viables y positivas.

Por ejemplo, en el mundo político, ¿cuántos especialistas hay en ver “la paja en el ojo ajeno, sabiendo que tienen una viga en el propio? ¿Cuántos expertos hay en criticar, denunciar e incluso juzgar la historia de esta nación, cuando no la vivieron, ni la sufrieron? ¿Cuántos se creen agua bendita tergiversando los hechos, o diciendo que serían incapaces de obrar mal, pero el olor de agua hedionda delata el pasado de sus actos?

Pareciera que la naturaleza del ser humano siempre ha estado orientada a “sacar leña del árbol caído”. Los guatemaltecos nos hemos convertido en expertos para criticar y juzgar los errores ajenos. Además, la falsa moral nos lleva a creer que nosotros hubiésemos sido incapaces de tal o cual cosa. La arrogancia por supuesto, nos hace suponer que lo habríamos hecho mejor. Sin embargo, los más críticos, resultan siendo los menos dispuestos a arriesgar, participar y ayudar.

Muchas de esas personas que solo critican, denuncian, se quejan y hacen «leña del árbol caído», nunca lo han intentado ni lo intentarán. Son personas que en su zona de confort, se alimentan de la queja. Prefieren vivir de los impuestos de los demás, antes que pagar los propios. Critican la empresarialidad, pero viven de ella. Exigen un gobierno perfecto, pero no están dispuestos a involucrarse en los cambios: “prefieren no manchar su nombre”. Dicen que buscan el cumplimiento de la ley, pero ellos se creen superiores y actúan por encima de la misma.

Las actitudes de crítica destructiva, resentimiento y polémica, sucumben todos los ámbitos: familiar, empresarial, colegios, universidades, laboral, político, y por supuesto los «Cuchubales». Peor aún, son las personas que utilizan los problemas nacionales como distractores de las causas reales de la corrupción y señalan con un dedo a quienes creen culpables, sin darse cuenta que los otros dedos de su misma mano los señalan a ellos mismos.

Las personas deberíamos esforzarnos por ser parte de la solución, no contribuir, ni ser la causa de los problemas. Cuándo vemos que la institucionalidad de nuestro país está bajo acecho, deberíamos reflexionar en cómo podemos ayudar, o si tenemos alguna propuesta para mejorar y corregir.

Los guatemaltecos tenemos que aprender a ser más solidarios, y no lo digo por el hecho de participar activamente después de una catástrofe. Me refiero a ser fraternales con las causas positivas, aun y cuando las personas fallen. Los guatemaltecos debemos evitar que el clima nacional se complique más, pues ello genera desempleo, incrementa la delincuencia, no soluciona la pobreza, debilita las instituciones y desincentiva las inversiones que producen desarrollo. Dicho en otras palabras: hacer leña del árbol caído, no soluciona ni mejora nada.

El mundo está cundido de hombres y mujeres, que por herencia cultural critican sin aportar soluciones. Esos individuos son hipócritas juzgando y muy malos para actuar, hacer o tan siquiera proponer. Hombres y mujeres esclavos del “rating”, adictos a criticar e insinuar: “yo lo hubiera hecho mejor”, o bien, viven de recoger leña para hacer incendios.

Como dije al inicio, esto no quiere decir, ni implica que por conveniencia guardemos silencio ante las injusticias o ilegalidades que cometa cualquier persona.

Una cosa es creer y pregonar que lo haremos mejor, y otra muy distinta es involucrarnos para intentar hacerlo apegados a la ley, con uso de razón, sin sed de venganza y de mejor forma que quien se equivocó.

¿Cómo está ayudando usted a su país? ¿Está seguro que lo que usted hace y dice, ayuda, o destruye?

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