Rolando Alfaro Arellano

La terrible falta de nacionalismo y de no poseer planes en cualquier campo nos da, cada vez más, la razón, pues en todos los ramos de la vida, los ciudadanos improvisan y hacen propaganda que al final, terminan en fracasos.

A lo anterior, puede afirmarse que algunos grupos, que se aprovechan de todo, les gusta improvisar sin planificar el esfuerzo que podría realizarse. Así, el deporte no es la excepción.

Desde que practicáramos boxeo, en nuestra juventud, en el Palacio de los Deportes, notamos en los cuatro años de preparación, que no había equipos humanos debidamente preparados, y que se les daba lugar a los antiguos boxeadores que por poder ascender lo querían hacer con los novatos, por suerte tuvimos la ocasión de ser preparados por el entrenador oficial de la época, don Francisco Robles, de origen mexicano, a finales de los años 60, quien nos brindó sus conocimientos hasta que por la formación estudiantil nos vimos obligados.

Más adelante, por razones de trabajo me vi en la necesidad de trasladarme al departamento de Baja Verapaz, en donde en los ratos libres ayudé a los jóvenes que entrenaban en la Casa del Deportistas, al extremos de levantar el deporte de los guantes, y que más tarde lograran la sede del Tercer Campeonato Nacional de Boxeo, habiéndome distinguido con ser su padrino (enero, 1983).

En el tiempo últimamente descrito, ocupé el cargo de Secretario del Comité Ejecutivo de la Federación Nacional de Boxeo (1981 – 1983), en lugar de Willi Kaltschmitt, ahora en el Comité Olímpico.

Sin embargo, al ver tanto drama que en la actualidad viven nuestros jóvenes, muchos de ellos por no contar con una buena orientación sana, como lo sería el deporte, me decidí a escribir estas líneas, especialmente por la amnesia de que sufren desde hace años.

Señor Ministro de Deportes, que estimo aún me recordará por los estudios, acepté la sugerencia que hago por esta Tribuna y no Mostrador, como, lo es LA HORA, y por favor comuníquese con las autoridades Olímpicas de Guatemala, que masifiquen el deporte para evitar que sigan cayendo en desgracias nuestros jóvenes, y que aprovecho esta columna en dirigir estas letras, pudiéndolo hacer desde la Comisión Olímpica Ambiental, de la que formé parte (1995), pero por ya no seguir la misma por no habérsenos citado nuevamente, desconociendo si dejó de funcionar o no, es que le hago este paréntesis de los artículos con los que acostumbro colaborar con esta Tribuna.

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