Alfonso Mata

La amargura se apodera de uno cuando ve que unos huyen, otros se esconden y la mayoría va a sentarse. Más de mil “interrogatorios” ¿para qué? Furiosa lucha entre poderes para nada.

Estamos viviendo tiempos definitiva y dramáticamente peligrosos para el país. Partidos que han muerto o moribundos, luego de ser responsables de una crisis económica y social que aún prevalece. Un Congreso carente de figuras de respeto nacional y en medio de eso, que no tiene autoridad y sin competencia para regular la comunicación política. Diputados con total indiferencia ante realidades y responsabilidades, frente a un pueblo tolerante que mira con terror, pero impasible propuestas populistas y ajenas a sus necesidades, que cada vez lo sume más en la pobreza, la impotencia y la falta de oportunidades.

Ese es nuestro Congreso, una guarida de chismes y mentiras, de oportunismos mezquinos, una negación absoluta ante una realidad dolorosa que reduce el país a: Recesión económica, desempleo, falta de perspectiva para los jóvenes, abandono del patrimonio cultural y del medio ambiente, actuar imprudente en medio de una corrupción endémica, de un gobierno para pocos, que se mantiene a la sombra del crimen organizado y en medio de eso, diputados ingobernables, que engañan, que engatusan para agenciarse de prebendas que no pueden ganarse honradamente y que en vez de legislar y hacer política, han vuelto el Legislativo un antro de negocios ilícitos, una casa de comercio.

El desprecio por los votantes se resume en una ley odiosa y tendenciosa, en que se trata de vedar en lugar de permitir que lleguen los mejores; en que se trata de restar capacidad crítica a fin de que prevalezcan los intereses individuales sobre los sociales; en que se cierra la capacidad para que disputen los aptos y se evita que llegue una clase política capaz de enfrentarse a los graves problemas. Resultado de eso, un Congreso enemigo del pueblo, un Congreso que vende el país a cambio de una miseria pagada con el dinero del pueblo, porque ahora todos sabemos, que eso se hace a costa de cortar servicios sociales y desarrollo humano, con el beneplácito del Ejecutivo.

Es y resulta claro y notorio, que no hay partidos políticos confiables sino grupos de identidad incierta e improvisada para el logro de fines individuales y sin sustento en la libertad y la justicia dentro de un ejercicio crítico. De tal manera que se tiene una Ley Electoral y de Partidos Políticos, que lo único que hace es perpetuar un sistema cuajado de irresponsabilidad, de olvido de enormes zonas de decisión, necesarias para una mejor organización de la vida nacional. De tal manera que con la nueva ley de partidos políticos y electoral, ni siquiera puede decirse que ha habido un gesto de dignidad para escuchar a la sociedad o para ser más respetuosos con la Constitución y la ciudadanía; lo que continúa habiendo en el espíritu de esa Ley, es una venta del Estado al mejor postor, cada cuatro años.

Sentimos el deber ante eso, de recordar -especialmente a los jóvenes decepcionados por el paisaje que les abre pocas posibilidades de identificación y realización, a los idealistas que creen ver aspiraciones y esperanzas más altas que los objetivos que mueven a los diputados en la nuevas leyes propuestas- que tenemos la necesidad imperiosa de superar de manera clara y definitiva, el paso humillante de nuestra historia que se está cerrando, pero que aún no se cierra, que continúa mostrando que gracias al dominio de la ignorancia, la corrupción y el uso indebido que se hace del poder, se utiliza la riqueza pública con fines privados y con desprecio por la ley, usando la mentira sistemática para ocultar latrocinios, incapacidades y para hacer de rio revuelto ganancia de pescadores.

De no actuar ahora, de continuar volteándole la cara a los problemas que demanda del uso de lo científico y tecnológico a la par de políticas justas de desarrollo, lo que cabe esperar es una exacerbación de la frustración y de la rebeldía a niveles ingobernables. Urge un examen y ataque a las hipótesis equivocadas, en que nos hemos basado para gobernarnos y su corrección.

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