Raúl Molina

Jimmy Morales acaba de sufrir una derrota más con su fallido intento de imponer nuevos impuestos. La iniciativa privada se opuso por principio, y la población en general manifestó su incapacidad de pagar más impuestos. El paquete adolecía de fallas esenciales; hay que acudir a expertos para formular una reforma fiscal, quienes con asesoría de la ONU, deberían formular ya una política nueva, que será indispensable para la transformación del Estado. Urge contar con los recursos necesarios para que el nuevo Estado funcione. Los ricos del país tienen que contribuir mucho más a las finanzas del Estado, que es el que les proporciona todas las condiciones materiales para el éxito de sus empresas. Pero, además, el Estado tiene responsabilidades con el resto de la población, especialmente con las mayorías pobres, para quienes necesita tener los recursos necesarios para atender el hambre, la miseria y la necesidad de trabajo y recursos. Luego de varios decenios de capitalismo neoliberal, las recetas del FMI y los bancos internacionales orientadas al ajuste estructural y la reducción del Estado han fracasado. Es cierto que hay que racionalizar los gastos, pero sin dinero es imposible desarrollar un mínimo programa de trabajo, principalmente en un país con tantas carencias.

Sin ser experto en el campo económico, identifico por lógica algunos elementos básicos. Me pronuncio por promover el desarrollo para incentivar la captación de recursos del Estado y aumentar el mercado interno, como recetara Keynes. Es impensable gravar más a las capas medias y a los trabajadores, quienes aceptarían más tributos solamente en la medida que vean resultados tangibles de la mayor captación, es decir, que los fondos no vayan a un presupuesto general sino que a destino específico, como la salud y la seguridad social. Puede subir lo suntuario, como licor y cigarrillos, más no lo esencial. Elemento clave es que el impuesto no pueda ser trasladado hacia los sectores con limitaciones económicas. Subir el impuesto de los combustibles, por ejemplo, termina propiciando un encarecimiento inmediato de la vida y afectando a los consumidores. Sugiero que se racionalice el impuesto sobre la renta y que se investiguen opciones novedosas para quienes tienen más. Empresarios guatemaltecos presumen de sus inversiones en México y Nicaragua, esos capitales y sus ganancias salen del país sin beneficio nacional. ¿Se ha pensado en establecer impuestos a quienes sacan su dinero, tanto para inversión como para «ahorro»? ¿Por qué no se introduce la «visa de reciprocidad» para los visitantes de Estados Unidos, Canadá y otros países que tantos dolores de cabeza nos provocan con sus visas? Esos fondos tendrían destino específico, por ejemplo, mejorar la asesoría legal a nuestros migrantes. Sabemos que por cada dólar de remesa, en el camino se apropia parte de su valor; según se dice, llega a las familias el 75%. Debe reestructurarse esa «pérdida», para que los bancos ganen menos y el Estado perciba algo, a ser utilizado para el desarrollo. Ideas, hay mil, pero es hora de que los expertos formulen los mecanismos convenientes para la recaudación y el gasto.

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