Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Pena ajena es la que uno siente cuando alguien hace el ridículo en forma estrepitosa como ocurrió ayer con el muy poco talentoso presidente de México, Enrique Peña Nieto, quien babosamente se metió en la política electoral de Estados Unidos e invitó a los dos candidatos, Clinton y Trump, a visitar su país sin imaginar que el candidato republicano le iba a resultar muy vivo para utilizar la tribuna de la Presidencia de México para presumir de estadista capaz de codearse con líderes mundiales, a sabiendas que el pobre mandatario mexicano era puritita carne de cañón para aprovecharse de su notoria y absoluta incapacidad.

Trump marcó los tiempos, decidió en qué momento le convenía ir a México y cuando salieron a explicar lo que platicaron en privado, lo hicieron bajo el acuerdo de que no tomarían preguntas de la prensa sino se limitarían a leer cada quien un comunicado que fue preparado previamente. Pero al terminar su intervención Trump, algunos periodistas le preguntaron si habían hablado del muro y sobre quién pagaría por su construcción y, faltando a cualquier norma que un estadista hubiera observado, dejando que fuera el anfitrión quien tuviera la iniciativa, empezó a contestar a su antojo y mientras el pobre Peña Nieto veía lo que ocurría con cara de baboso, él repartía la palabra entre el grupo de periodistas.

Dijo que no habían hablado todavía de quién pagaría el muro y Peña Nieto, quien habla inglés pero dadas las circunstancias hay que preguntarse si entiende algo, se quedó callado como momia viendo al político que ha insultado al pueblo mexicano dominar por completo el escenario, al grado de que él decidió que la última pregunta la contestara el mexicano. Algunos creen que Trump se vio como estadista, pero se vio como lo que es, un abusivo que no tiene el menor sentido de respeto por nadie y que cree que por sus millones puede hacer y decir lo primero que se le ocurre.

Y piensa uno en el daño que gente como Peña Nieto le hace a los migrantes porque aguantó que en su cara Trump insistiera en que va a hacer un muro y que los ilegales tendrán que irse de Estados Unidos. En vez de exigir una disculpa por haber dicho que los migrantes son criminales, drogadictos y violadores de mujeres, le ofreció la cooperación de su gobierno para impulsar las barrabasadas migratorias que propone el republicano.

Eso me lleva a recordar que nosotros también estamos jodidos, puesto que cuando le preguntaron al presidente Jimmy Morales qué pensaba de la propuesta de Trump sobre construir un muro para impedir que nuestros compatriotas puedan emigrar, el gobernante guatemalteco, como si fuera competencia con Peña Nieto, salió con la “gracejada”, según él, de ofrecerle al republicano mano de obra barata para que pueda concretar ese paredón de la ignominia.

Viendo el panorama que sufren mexicanos y guatemaltecos en Estados Unidos, no puedo sino pensar que los pobres migrantes, con Trump entre Peña Nieto y Jimmy Morales, están fritos.

Artículo anteriorPresupuestar sin principios es mejor no hacerlo
Artículo siguienteLos “mexicanos” de Trump