Raymond J. Wennier

Cuando hablamos del concepto de evaluación, entra a nuestra mente un examen aplicado a los alumnos para medir su rendimiento escolar.

Hablan algunos educadores teóricos que hay que evaluar la “productividad” del rendimiento de los maestros, basada en los resultados de los exámenes estandarizados de los alumnos. No es una evaluación sino sigue siendo una medición, algo que requiere una cantidad de números que suman o restan la eficiencia y logros positivos de los maestros y por lo tanto merecen un aumento de sueldo.

Hemos oído de los escándalos en Estados Unidos, de maestros y administradores escolares, que han hecho cambios en las respuestas para mejorar los resultados y así recibir reconocimientos personales y aumentos salariales,

El sistema educativo está tan influenciado por negocios, compañías grandes e industrias, que me suena como el siguiente ejemplo: Una compañía produce artículos para ser distribuidos a tiendas para su comercialización. A los vendedores se les fija una cuota de venta, requerida para que la “evaluación” de ellos salga bien. Es producción+venta+dinero+aumento salarial. La compañía usa materia prima estándar y así continúa lo estándar en todo el proceso hasta que salen productos todos iguales y los que no, son reciclados por no llenar las especificaciones establecidas por las autoridades de la compañía.

Sin embargo, cuando hablamos de la educación, el ser humano no es estándar, ni en materia prima, ni en su proceso de formación y esto va para alumnos y maestros.

Estoy de acuerdo con que los maestros tienen que demostrar su eficiencia y efectividad en el aula y depende “cómo” lo hacen. De esto depende su evaluación.

La primera palabra que en mi opinión, es la base de una correcta autoevaluación, es METACOGNICIÓN. Hay que pedir y hacer que los maestros piensen sobre su actuación en el aula, que debería ayudar a los alumnos a crecer en lo físico, en lo personal y en lo académico. Abogo que como adultos, los maestros se autoevalúen y luego, como extensión, una evaluación entre compañeros maestros.

Algunas preguntas para estimular tal evaluación, pueden ser las siguientes:
1. ¿Cómo es el ambiente en su aula? ¿Se sienten los alumnos seguros y queridos?
2. ¿Incluye en su planificación semanal puntos novedosos que estimulen las inquietudes de los alumnos a investigar más sobre el tema? ¿Producen esas acciones más involucramiento de los alumnos?
3. ¿Está la estructura de su clase, basada en lo multisensorial?
4. ¿Hay suficientes oportunidades para que los alumnos puedan explorar sobre el contenido?
5. ¿Hay tiempo en clase para que los alumnos practiquen lo aprendido?
6. ¿Es usted, maestro, un modelo para el aprendizaje “show and tell”, y un modelo de vida para sus alumnos?
7. ¿Es la colaboración verdadera entre los alumnos, parte del proceso educativo?
8. ¿Cómo utiliza usted maestro, los conocimientos previos de los alumnos y sus intereses para crear un “significado personal” del tema? Recuerde que nadie sabe todo y nadie ignora todo.
9. ¿Ofrece opciones o alternativas a los alumnos para aprovechar sus puntos fuertes y su creatividad?
10. ¿Da reconocimiento a los alumnos por el progreso personal y académico que hayan logrado durante el proceso y no sólo al final?

Maestros, tienen tiempo, utilícenlo para meditar estas preguntas. La metacognición sí es considerada una evaluación del maestro.

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