Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Muchas veces la gente dice que los medios solo publican malas noticias. Créame cuando le digo que en nuestro caso no quisiéramos publicar todo lo que nos toca porque esas noticias implican dolor, un drama humano, marginación, injusticias, falta de oportunidades y recurrencias que nos recuerdan que aún persisten los vicios y las mafias.

En ocasiones, cuando se publican cosas “positivas” o no tan negativas, las reacciones no son tantas como aquellas noticias que generan molestia, indignación o hasta morbo y de alguna manera, nosotros mismos como sociedad terminamos destacando más lo negativo que lo positivo.

Recientemente la revista Time hizo un reportaje de cómo las redes sociales nos orillan a ciertas conductas, y para los medios existe la tentación de pensar en lo que se “moverá” en las redes (incluso hay medios que fueron creados solo para eso), pero en nuestro caso nos mueve y nos inspira competir por tener más audiencia, pero sobre todo, por tener lectores comprometidos con su país y su gente, que entiendan que el cambio empieza por uno y que este país, con un sistema colapsado, debe dejar de ser el de los contrastes y las grandes brechas sociales.

Dicho lo anterior, es importante matizar en un punto al que no le damos valor, pero que sí lo tiene. Dada la gran descomposición social, el Estado ha caído en cooptación y hay quienes utilizan eso como excusa para decir que éste (el Estado), es el causante de todos los males y que por tanto, no debe hacer nada, por no decir, casi, que no debería existir.

Y sí, en el sector público (como en el privado) hay gente mala, muy mala, pero son una minoría que por diversas razones que no alcanzan a ser desarrolladas ahora, opacan a la gran mayoría de servidores públicos, muchos de ellos que por poco sueldo y menos horas de sueño, entregan su vida con pasión y devoción para intentar hacer mejor la vida de las personas a su alrededor.

Policías, bomberos, doctores, enfermeras, maestros, personal de limpieza, voluntarios en las comunidades, jueces, fiscales y todos aquellos que entregan su vida al servicio de los demás de una manera honrada y generalmente, desinteresada, merecen ser llamados héroes y deben tener el valor y el reconocimiento que se han ganado en la sociedad.

¿Cuántas familias de ese tipo de personas han sufrido la pérdida de sus seres queridos a consecuencia del oficio que realizan y qué sentirán al darse cuenta que nos hemos convertido en una sociedad que valora muy poco el trabajo honrado?

Los Jovieles, los Lara (q.e.p.d.), los Tumax, los Michael Vásquez, los policías que limpian socialmente terminan acaparando mucho si no es que todo, porque se han sabido organizar y sacar raja del sistema convirtiéndose en la cara más visible de los servidores públicos.

Guatemala tiene muchas, demasiadas diría yo, cosas que cambiar y una de ellas es que debemos darle más valor al trabajo honrado. Aún recuerdo la mirada perdida de los hijos del Inspector de la PNC Heber Castro, a quienes conocí tras su fallecimiento, y pienso mucho en ellos cuando anhelo que la vida de los servidores cambie, pero en especial la de sus hijos, porque quien es hijo de una persona que sirve honradamente, merece tener oportunidades y eso debe ser parte de los cambios al sistema.

No tengo el rango para dar distinciones de prestigio, pero sirvan estas breves líneas para expresar un sincero agradecimiento a todo aquel que lucha y sirve por que Guatemala sea mejor.

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