Luis Fernández Molina

Las próximas elecciones van a ser, en palabras del recordado Abdón Rodríguez, «de pronóstico», y no debemos perder que están a la vuelta de la esquina. Con tantos cambios en la legislación, en la tecnología y en el comportamiento colectivo las condiciones de la competencia -que eso es después de todo- serán diferentes. Ya no aplican las viejas prácticas bien trilladas y manidas, manipuladas por los mismos de siempre que aseguraban un puesto, ya de diputado, de alcalde o, sobre todo, de presidente. Era un maquiavélico diseño, desprovisto de imaginación, para que un «ungido», un «líder», vaya abriendo la brecha para llegar a la ansiada guayaba. Pero ya no.

Es sintomático que no aparece ningún competidor a la vista, aunque se salte la salida. ¿Quién? Aspirantes y ambiciosos habrá muchos, pero reales competidores no se ven. Viejos líderes saben que sus posibilidades han caducado, que sus imágenes se han desgastado al punto que ni con laca sacan brillo. Ya no funcionan en las nuevas circunstancias. Los escenarios van a ser muy diferentes por varias razones, algunas de ellas que son propias de la evolución humana combinada con los ingenios de las nuevas tecnologías; otros cambios se produjeron por los seísmos que se manifiestan en las capas interiores de nuestra corteza política. En todo caso los cambios legales que ya se han producido y otros que vienen en camino. Entre esos factores de mutación cabe mencionar:

FINANCIAMIENTO ELECTORAL. Mucho se puede desplegar en relación a este tema, pero baste decir que quien facilite fondos a un partido político sin control o registro se convierte en un delincuente. Sí, así de sencillo. Es ilegal si dicha «colaboración» no aparece asentada debidamente en la contabilidad privada de quien lo hace y también en la contabilidad pública de la entidad política. Si se hace un pago (u otra donación) sin trazabilidad documental, automáticamente se estará tipificando la figura delictiva de financiamiento ilegal. No se trata de que «no se den cuenta» de mi apoyo económico (o en especie), es algo más interno, sabrá el donante que a propósito se está cometiendo un ilícito y más de alguien lo va a denunciar, ya sea de los suyos, de los rivales o de las entidades oficiales. Estarán pues, con la camisa levantada y siendo que tradicionalmente muchas empresas o individuos con imagen de pulcritud han hecho donaciones seguramente ya no las harán «bajo la mesa» esto es, que solamente ellos y los dirigentes políticos estén enterados. Si, por el contrario, el donante es alguien mal visto seguramente no se le aceptará la contribución por la publicidad de los registros.

En esas condiciones se van a reducir, y muy drásticamente, los apoyos financieros. Los promotores -pomposamente los Comités Ejecutivos- ya no dispondrán de inagotables recursos para publicidad, activistas, movilizaciones, sobornos, etc.

PUBLICIDAD. Como primera consecuencia de la baja sustancial en el financiamiento, la publicidad va a decrecer notablemente, y no solo por las limitaciones financieras; se adicionan los controles legales respecto a la propaganda electoral. Para alivio de nosotros -los ciudadanos-, los anuncios y jingles, aburridos y machoteros, se van a reducir; no más aturdimiento ni cooptación. Menos a bombardeo con tanto anuncio mentecato y demagógico, y menos pintura en las carreteras, aceras, postes, etc.

LAS REDES SOCIALES. Cada vez reclaman mayor presencia. Las noticias circulan libremente (lamentablemente también los rumores y las notas falsas). Van a difundirse noticias sobre los diferentes candidatos con información que antes pudo permanecer oculta. Si usted quiere lanzarse para diputado y arrastra largas colas va a tener obstáculos desde el principio y en su propio partido. (Continuará).

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