Roberto Arias

Gioconda Belli publicó en el Diario The Guardian el siguiente artículo, del que ahora publico la traducción libre, dado el panorama político que se nos presenta en Guatemala, especialmente por la mafia estructurada en el Congreso de la República y, en gran parte de todo el aparato estatal, donde persiste la corrupción, la cual jamás se abolirá sin el concurso directo del pueblo de Guatemala. Un gobernante solitario afronta contradicciones políticas serias. Del pueblo es la soberanía. Cito:

“Mientras se acercan las elecciones, mis antiguos camaradas Sandinistas Daniel Ortega y Rosario Murillo atentan tomar control de las instituciones del Estado.

Desde mi casa con vista a Managua, la noche de la ciudad parece un parque de diversiones -más fantasía de Walt Disney que la capital del país más pobre del continente americano- Gigantescos árboles de metal tachonados con luces de colores han sido instalados por toda la ciudad. Unos pocos hubiera estado bien, pero 130 en nuestra pequeña ciudad es abrumador.

Este maquillaje es el trabajo de nuestra excéntrica Primera Dama y futura vicepresidente, Rosario Murillo: Su forma de grabarse en nuestras vidas. Considerando lo que ocurre en Nicaragua, a veces siento estar inmersa en una retorcida novela mágico-realista. Todo lo que supuestamente no debía ocurrir de nuevo en mi país viene de regreso.

Estamos reviviendo todo lo que yo creí que habíamos erradicado, cuando nosotros, los rebeldes sandinistas entramos a Managua el 19 de julio de 1979 y acabamos con 45 años de la dinastía Somoza.

Lo que más duele es ver regresar el pasado en la figura de nuestro antiguo compañero de armas, Daniel Ortega. Él y su esposa han tejido cuidadosamente una red pegajosa para atrapar a los nicaragüenses en una red de progreso ilusorio. Ortega presidió Nicaragua de 1979 a 2007 y fue a la reelección. Hice campaña contra él sabiendo que, de quedar de nuevo, se quedaría en el poder a toda costa.

Amigos trataron de convencerme que Nicaragua ya no era la misma. Después de 16 años de experimentar una democracia en ciernes, el pueblo rechazaría sus tendencias autoritarias, dijeron. Pero Ortega -asistido por su esposa- logró venderse al pueblo de Nicaragua como un revolucionario democrático.

Murillo diseñó una campaña que prometía paz y amor. Utilizó la canción de John Lennon ´Démosle a la paz una oportunidad´ y la usó como tema de campaña.

Ortega y Murillo se desagraviaron con la iglesia Católica y -después de 25 años de vivir juntos- fueron casados por su antiguo archienemigo, el Cardenal de Managua Miguel Ovando y Bravo. Milagrosamente, de un día a otro, la pareja cambió de peligrosos ateos a fervientes cristianos. La ilusión funcionó. Fue electo.” Fin de cita.

Es evidente cómo la dictadura directa de un gobernante puede cooptar a todas las instituciones de su propio país, con la asistencia de las iglesias, el gran Capital, la policía y el ejército. Eso hacen aquí los políticos y el Congreso, particularmente. ¿Debemos seguir dejándolos hacer?

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